Nos asegura José Luis Rodríguez Zapatero que su socialismo es renovado, que viene con aires de libertad a abrir los mercados a la competencia y a bajar los impuestos. Pues muy bien, pero hay dos problemas: la práctica socialista y el discurso del propio líder del PSOE.
Allí donde los socialistas gobiernan no hacen lo que Rodríguez Zapatero define como el nuevo socialismo. Por ejemplo, el Gobierno de Baleares subió los impuestos, prohibió con su Ley de Comercio que se abrieran nuevos hipermercados y estableció límites a los horarios comerciales –por desgracia, el Tribunal Constitucional dio la razón a ese gobierno liberticida. Otro tanto hace Juan Carlos Rodríguez Ibarra en Extremadura y Manuel Chaves en Andalucía: de libertad, ni hablar.
El segundo problema es que un discurso de apertura de la economía y reducción de impuestos debe tener coherencia y venir acompañado por controles del gasto público. Rodríguez Zapatero no sólo no los precisa sino que explícita y reiteradamente propone ¡aumentar el gasto público! Con esa desesperada búsqueda de nichos donde acumular capital político, el líder socialista, que ya propuso el disparate ese del Ministerio para el Diálogo con la Juventud, asegura ahora que en la nueva cruzada socialista por la seguridad, tema que al PSOE jamás le quitó el sueño, los socialistas van a proponer (sí, ya lo adivina usted) más gasto público. Y lo mismo en educación y en todo lo demás.
Como apuntó Jesús Gómez Ruiz aquí en Libertad Digital, la subida del gasto público la pagarán los ciudadanos, y no cabe aceptar alegremente el argumento de Jordi Sevilla de que en tiempos de crisis hay que tener déficit (los socialistas gobernantes, por cierto, los tuvieron siempre). Una política de más gasto y menos impuesto equivale a distorsiones en el presente y más impuestos en el futuro. Pero el futuro, ya lo dijo Adam Smith, es algo que los políticos siempre confían que se cuidará por sí mismo.
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