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Carlos Sabino

Chávez y los dilemas de la oposición

En su estilo represivo, en el uso del amedrentamiento y la mentira, el régimen chavista se parece más al viejo fascismo italiano que a las clásicas dictaduras latinoamericanas. Mientras el Congreso, con una escasa mayoría oficialista, intenta imponer nuevas leyes que convertirían a Venezuela en una réplica de la Cuba castrista, los grupos paramilitares favorables a Chávez siembran el terror y tratan de impedir toda forma de oposición.

Lo sucedido el sábado 24 de mayo, con la llamada "Reconquista del Oeste", es una buena ilustración de este modo artero y antidemocrático de buscar el poder absoluto. El partido Acción Democrática, de centro izquierda, organizó dicha manifestación con la intención de mostrar que también en el oeste de Caracas, el sector más pobre de la ciudad, existe un amplio predominio de los opositores al gobierno. Este, actuando como la guerrilla, ha tratado de impedir toda expresión opositora en las zonas donde tiene mayor control, en general las más pobres, procurando hacer creer que sólo se le opone una minoría de "oligarcas" y gente de clase media. Se trata, por supuesto, de una inmensa mentira: todas las encuestas indican con claridad que el rechazo a la gestión de Chávez es casi idéntico en los diversos estratos sociales. Los dirigentes de Acción Democrática, con el apoyo de toda la oposición, quisieron demostrar que las afirmaciones del gobierno eran una burda falacia. A la manifestación intentaron concurrir decenas de miles de personas, pero sus esfuerzos, en muchos casos, fueron frustrados por el dispositivo que instaló el gobierno. Si por una parte se destinó un buen número de fuerzas de seguridad con el propósito de protegerla y los ministros de Defensa y del Interior –en cadena de radio y TV– prometieron garantizar la seguridad del acto, en la práctica, se hizo todo lo posible para impedirlo: grupos de provocadores armados se apostaron en varios puntos aledaños para amedrentar a quienes concurrían, se cerraron las estaciones del metro, se bloquearon calles con supuestos choques de vehículos y, para completar el cuadro, grupos de "Tupamaros" y "Carapaicas" -organizados por el gobierno- dispararon a discreción desde edificios cercanos. El saldo: un muerto y varias decenas de heridos.

Pero la reconquista del Oeste, en definitiva, resultó un triunfo de la oposición: la manifestación se realizó, hablaron los oradores previstos y, lo que es más importante, un renacido espíritu de lucha ha comenzado a extenderse ahora en el país: ya la gente, harta de este gobierno corrupto y totalitario, va entendiendo que la única forma de alcanzar una salida electoral que ponga fin a la pesadilla que vivimos es actuar con decisión, sin falsas ilusiones, sin complejo alguno. Estamos frente a un régimen que, bajo una apariencia de legalismo, avanza firmemente hacia la más completa dictadura y miente con absoluto cinismo: el teniente coronel que dio un golpe de estado a un gobierno legítimo llama golpistas a sus adversarios y los acusa de promover la violencia, mientras ordena disparar contra manifestantes desarmados.

Una parte de quienes se oponen a Chávez parece no comprender, todavía, que es imposible hacer retroceder a este régimen por medio de la pura acción legal y el pacifismo absoluto. No aceptan que las normas vigentes son violadas a cada paso por quienes estarían en la obligación de hacerlas cumplir y que estas normas se cambian o se reinterpretan de acuerdo a su conveniencia; no entienden que a los provocadores hay que enfrentarlos con decisión, sin ceder un paso, y que con la pasividad lo único que se consigue es reforzar un régimen que no reconoce límites ni acepta disidencias.

La oposición venezolana es un inmenso conglomerado donde se integran todo tipo de organizaciones de muy diferente ideología y que, por eso mismo, no puede mostrar la coherencia y la unidad que podrían favorecerlo en su lucha. Pero, más allá de las naturales discrepancias, resultará importante en los meses venideros que se asuma una nueva actitud, más combativa y resuelta, como la que se mostró en la manifestación que comentamos. De eso depende, aunque parezca paradójico, que Venezuela pueda encontrar una solución pacífica a su crisis y no se derrumbe hacia un abismo de incontrolable violencia.

Carlos Sabino es corresponsal de la agencia © AIPE en Caracas.

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