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Carlos Semprún Maura

Antifascismo virtual

Los intelectuales y funcionarios del sector cultural de la socialburocracia están encantados, tienen un nuevo tema de indignación subvencionada: el fascismo italiano. La influencia conjunta de la televisión y de los juegos electrónicos se nota hasta en la jerga, y hoy se califica de virtual lo que antaño se llamaba falsas apariencias o mentira, a secas. Esta política virtual que cíclicamente denuncia el renacimiento del nazismo en Alemania (y como las provocaciones policiales no son, ellas, virtuales, se ocultan), o en Austria con Haider (quien me resulta cada vez más antipático, sin ser nazi), y en ese caso se desbordaron los límites fofos de la izquierda –Chirac metiendo la pata hasta los cuernos– muy europea, se vuelve ahora contra Italia y anuncia el renacimiento o resurrección de Mussolini, y se lanzan a la batalla antifascista, con mucho más ardor pues no corren el menor peligro.

La ministra dio el “la-la-la”. Catherine Tasca, apodada Catherine Taxa (taxe quiere decir tasa), declaró que no recibiría a Berlusconi en el Salón del Libro, que se inaugura este jueves, y cuyo país invitado es precisamente Italia. Sería grosero recordar a la ministra-contable, que al ser Europa relativamente democrática –más que ella, en todo caso–, su Primer Ministro y jefe de banda, Lionel Jospin, recibe, cena y gobierna (mal) con Berlusconi, primer ministro, como hace poco en Barcelona. Pero la campaña está lanzada y antes de las manifestaciones “antifascistas” que tendrán lugar en el Salón del Libro, y de las que se puede esperar cualquier barbaridad fascista, nada virtual como la censura, el insulto, la agresión y la quema de libros, la cadena radiofónica France-Culture, que conocí más liberal, organizó una gran manifestación antifascista en el Teatro del Odeón, con italianos asimismo antifascistas.

Los hubo con talento indudable; Tabucchi, Escola y otros, pero, talento aparte, hicieron el ridículo exigiendo que Francia les proteja de Mussolini. Pese a la campaña electoral, o más bien debido a su morriña, los comentarios fueron tan numerosos como emocionados, primero porque cuando se pide socorro a Francia, se piran, y segundo porque les encanta volver a los años treinta, a los Frentes Populares, y sobre todo, sobre todo, a la Gran Unión Soviética. De forma virtual, se entiende. En realidad, no añoran Hitler, o Mussolini, añoran Stalin.

Pues bien, como prometido, Jospin ha presentado su programa. Algunos recuerdan el dicho popular, convertido en dicho electoral: “Demain, on rase gratis” (Mañana, se afeita gratis), debido a la lluvia de promesas a todas las categorías de posibles electores. Otros, en la oposición, como la izquierda, le critican por no haber dicho nada o sólo vaguedades virtuales, sobre Córcega y la descentralización en general, sobre la privatización de EDF, sobre la energía nuclear, sobre Europa, etc, y sobre la seguridad, lo mismo que Chirac. No estoy de acuerdo, el programa de Jospin, mucho más inspirado por Martine Aubry que por Strauss-Kahn, es el proyecto de convertir Francia en un gigantesco cuartel, con flores, y a veces algo de postre, peor cuartel: todos uniformados y dependientes, en donde se admitirá la sodomía, pero a condición de que los sodomitas estén sindicados y voten bien. Yo a eso lo llamo totalitarismo blando.

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