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Carlos Semprún Maura

Caprichos climáticos

Pese al entusiasmo partidista de Marti Font en El País y al apoyo masivo de los medios (la tele dedicó seis horas a Segolène el pasado domingo, y cinco minutos a Sarkozy), ni sus cien promesas ni sus dos horas de discurso han convencido

Groenland quiere decir "tierra verde", pero no sé si en noruego o en danés, porque si fueron los noruegos los primeros en ocupar la isla en 1261, se retiraron debido a una tremenda ola de frío y fueron sustituidos por los daneses más tarde, a partir de 1721. He consultado una enciclopedia, claro. De todas formas no es de historia de lo que quiero hablar, sino de clima, porque si se la llamó "tierra verde" fue debido a su temperatura increíblemente clemente para esas latitudes, antes de que volviera a helarse.

Podría dar otros ejemplos de caprichos climáticos, ocurridos antes de la diabólica industrialización, para relativizar las afirmaciones de los mercaderes del miedo como Al Gore o Nicolas Hulot, en Francia, que ha logrado imponer su retrógrado "pacto ecológico" a todos los candidatos presidenciales. Sí, retrógrado y reaccionario, ya que no sólo pretende frenar el desarrollo industrial y económico, sino dar marcha atrás hacia el arado con bueyes suprimiendo, por ejemplo, la energía nuclear civil, la más eficaz, sin comparación, de todas las energías no contaminantes. Los candidatos caen en una contradicción total, ya que prácticamente todos, teniendo en cuenta los actuales problemas de energía y el chantaje ruso, proponen reforzar la soberanía nacional en contra de la Unión Europea y aumentar la producción energética. Pero firman lo contrario para apuntarse un tanto "ecológico", fingiendo darle la razón al payaso de Hulot incluso cuando propone el nombramiento de un viceprimer ministro encargado de la lluvia. Ségolène Royal, en todo caso, lo promete.

La campaña electoral ha entrado en una fase particularmente aburrida: la batalla de cifras. Los expertos se han puesto a analizar y cifrar las promesas de los dos principales candidatos. Empresa ardua, porque aunque se pueda cifrar lo que costaría el aumento de los salarios mínimos (1.500 euros mensuales) o el 5% de subida de las pensiones modestas, prometidos por Royal, todo el resto es de un absoluto flou artistique. Y como no ha dicho una palabra sobre los impuestos, ni sobre la manera en que piensa reducir la gigantesca deuda pública, resulta aún más difícil el cálculo. Como los proyectos de Sarkozy están más estructurados y pensados, cifrarlos resulta más fácil, pero eso no evita en absoluto la polémica.

Pese al entusiasmo partidista de Marti Font en El País y al apoyo masivo de los medios (la tele dedicó seis horas a Segolène el pasado domingo, y cinco minutos a Sarkozy), ni sus cien promesas ni sus dos horas de discurso han convencido a los franceses, así que sigue perdiendo puntos en los sondeos: 46% en la segunda vuelta, contra 54% para Sarkozy. ¿Y sin los franceses resultan menos tontos de los que parecen?

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