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Carlos Semprún Maura

Cementerios bajo la luna

Ségolène quiere ser designada ya candidata oficial a las presidenciales de 2012. No lo ha logrado, ni lo logrará. Aunque no se lo crea, ha perdido para siempre.

Una de las cosas más positivas de las recientes elecciones presidenciales francesas son los infinitos muertos que se han quedado en el campo de batalla. Pero cuidado, que son muertos políticos y es bien sabido que, muy de vez en cuando, algunos de esos cadáveres renacen misteriosamente y vuelven a actuar.

Dos ejemplos ilustres me vienen a la mente. Cuando François Mitterrand, allá por los años cincuenta, cayó torpemente en la trampa urdida por sus enemigos con un simulacro de atentado en los jardines del Observatoire, la clase política y la prensa le repudiaron, se le expulsó del Parlamento y tuvo que refugiarse en el bufete de su amigo Roland Dumas. Luego fue presidente de la República durante catorce años. Sin llegar a esas peripecias, Jacques Chirac obtuvo en las presidenciales de 1981 tan pocos votos que se le dio por muerto. Ganó entonces Mitterrand, por poco, contra el presidente Giscard. Pues bien, en 1995 fue elegido presidente y permaneció en el cargo doce años, hasta ahora. Pero esas son excepciones y, aceptando que pueda haber otras, la mayoría de los muertos de estas presidenciales caminará directamente del campo de batalla al cementerio.

La primera víctima es, evidentemente, Ségolène Royal. Quiso realizar una OPA hostil contra su partido y una operación de seducción mediática destinada a los franceses y fracasó. Un fracaso honorable, pues un 46% de los votos no está nada mal, pero un fracaso al fin y al cabo. Ahora el partido socialista está dividido y los malos humores rezuman por doquier. Strauss Kahn tira de un lado, Fabius del otro y Ségolène quiere ser designada ya candidata oficial a las presidenciales de 2012. No lo ha logrado, ni lo logrará. Aunque no se lo crea, ha perdido para siempre. Además, ni siquiera se presenta a las legislativas. Presidenta o nada, será nada. Sacudido por los vendavales, el primer secretario, François Hollande, acaba de proponer fundir el PS en una amplia unión de la izquierda y el centro, copiando a los camaradas italianos, lo cual constituye un objetivo algo suicida.

Otro de los grandes muertos que no creen serlo es François Bayrou. Está convencido de que quienes votaron por él en la primera vuelta votaban realmente por él, seducidos por sus banalidades y su ausencia de programa y de mayoría, cuando en realidad votaban contra Segolène o contra Sarkozy. Ha lanzado un nuevo partido, el Movimiento Demócrata, para estas legislativas. Esas elecciones serán su funeral. Ya era hora.

Los extremos también han sido derrotados hasta el punto en que los muertos resultan incontables. La extrema izquierda ha sufrido más que el Frente Nacional. Han sido barridos José Bové, Marie-Georges Buffet (PCF), los trotskistas (salvo Besancenot, 4,2%) y los verdes. Todos. No digo que esas corrientes minoritarias de otro siglo y otro planeta hayan desaparecido, sino que esos líderes han muerto políticamente.

Mientras tanto, Sarkozy forma su Gobierno. No comentaré los rumores sobre su apertura sino su composición, cuando se conozca.

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