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Carlos Semprún Maura

Con tacones altos

En su Consejo Nacional del pasado sábado, el PS, con voluntad de hierro y casi por unanimidad, ha decidido no hacer absolutamente nada, ni autocrítica, ni cambios, ni proyectos; lo que se dice nada.

En su Consejo Nacional del pasado sábado, el PS, con voluntad de hierro y casi por unanimidad, ha decidido no hacer absolutamente nada, ni autocrítica, ni cambios, ni proyectos; lo que se dice nada. Toda la basura se barre bajo la alfombra y se rechaza tomar la menor iniciativa hasta 2008, después de las municipales. Y si los resultados de estas elecciones no son malos para el PS, apuesto a que en el congreso del partido tampoco se tomará ninguna decisión. Como no han cambiado nada, tampoco han cambiado el primer secretario, François Hollande, ni el presidente del grupo parlamentario, Jean-Marc Ayrault.

Todos los elefantes, excepto un puñado, están de lo más feliz con el resultado. Entre quienes protestan está Manuel Valls, diputado-alcalde de Ergy, el hombre que despunta en el PS, quien declaró a la salida de la cumbre de la nada: "Estoy furioso. Siempre es lo mismo, priman los intereses personales, los conformismos, los corporatismos, y el resultado es el más absoluto inmovilismo". Ya la noche de la segunda vuelta de las legislativas, el 17 de junio, este diputado nacido en Barcelona exclamó en directo desde los platós de televisión: "¡Estoy más que harto de que la vida y la actividad de nuestro partido esté dominada por los líos de la pareja!". Lo dijo en el momento en el que todo el mundo se puso a comentar el anuncio de su separación de François Hollande, hecho por Ségolène Royal.

La rival de Sarkozy, por cierto, no asistió al Consejo Nacional, declarando que tenía cosas "más interesantes" que hacer. Y, efectivamente, visitó grutas trogloditas, eso si, con tacones altos y rodeada de cámaras de televisión. Al día siguiente siguió insultando a su partido desde los platós de televisión. Entre otras amabilidades, declaró que el PS no era propiedad de sus dirigentes, y aún menos de esos seudo dirigentes que encabezan las "corrientes" y que se creen propietario del partido, cuando éste pertenece a sus militantes. Implícita pero claramente se refería a los militantes que le son favorables, o sea, a ella. Anteriormente ya había dicho que los elefantes la habían obligado a defender en su campaña presidencial tesis absurdas como la generalización de las 35 horas o el salario mínimo a 1.500 euros mensuales y que, por tanto, perdió por culpa suya. Cualquier otro dirigente sociata que hubiera hecho declaraciones tan despectivas e insultantes hubiera sido expulsado o, al menos, severamente criticado, pero con Ségolène no se atreven porque es cierto que aún tiene cierta popularidad, aunque mucho menos que hace ocho meses.

La imagen que más ha llamado la atención estos últimos días, hasta del bobo (en política) de Philippe Sollers, ha sido la de Christine Boutin, católica "integrista", dando el brazo a la rebelde Fadela Amara. Pero nada hay más normal en el marco de la hipocresía gubernamental: la ministra Boutin, la veterana, la inútil, introducía, por así decir, a su secretaria de Estado, la novata Amara. Es cierto, sin embargo, que Boutin hizo campaña y organizó manifestaciones callejeras contra el PACS (pacto civil para parejas de hecho). Yo la vi en un plató de televisión enfrentarse a representantes del movimiento gay (todos padres de familia, cargados de hijos, para terminar con los tópicos). Entre otras sandeces, la oí decir que su padre era psiquiatra y que podía atestiguar que todos sus pacientes homosexuales eran personas desdichadas. Pero, señora, ¡no sea tan imbécil! Si su padre era psiquiatra es lógico que sus pacientes, homosexuales o no, fueran personas desdichadas, angustiadas, depresivas y hasta suicidarias. ¡Es de cajón!

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