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Carlos Semprún Maura

Córcega y su mafia

Hace más de diez años un responsable de Nouvelles Frontières, la conocida empresa de turística, nos contó que habiendo obtenido el permiso de construir un hotel destinado a veraneantes en Córcega, y con las obras ya bien avanzadas, recibieron --no nos dijo por qué conducto--, una exigencia de comisión ilegal, que, con la destrucción burocrática de la lengua, se califica ahora de “impuesto revolucionario”. Los responsables de las obras, indignados y dispuestos a no someterse al chantaje, se fueron a ver al comisario de policía de distrito. Dicho comisario admitió la ilegalidad del hecho y reconoció que una demanda oficial de investigación y protección policial de las obras, estaba justificada, pero que todo ello llevaría mucho tiempo, con resultados inciertos, y les aconsejó pagar, si no querían que su hotel fuera dinamitado, como otros lo habían sido. “Estamos en Córcega, no lo olviden”.

Pagaron y se prometieron olvidar la isla de la belleza en sus futuros planes de turismo y veraneos. La moraleja es evidente: todos cómplices de la mafia independentista. Como Odón Elorza en San Sebastián. Todos los representantes electos o administrativos del Estado jacobino, de “derecho y bienestar”, se rajan en Córcega, y cuando un prefecto (Bonnet) quiere reaccionar, su reacción consiste en incendiar restaurantes. De aquelarre. Porque hechos semejantes al relatado, se repiten a diario, a menudo con muertos. Por ello, todas las discusiones teóricas sobre la unidad sagrada de la República, que no admitiría traspasos de competencias legislativas a Córcega, o las tesis de sus adversarios, quienes consideran que, comenzando por Córcega, se debe iniciar una profunda reforma del Estado, demasiado centralizado, son tesis legítimamente discutibles y refrendables mediante el voto de todos, pero que para nada tienen que ver con la realidad.

La realidad, que todos intentan ocultar, es que Córcega está sometida a una mafia político-gangsteril, en estrecha relación con las multinacionales del tráfico de drogas y la internacional terrorista (en Colombia, por ejemplo, es lo mismo), que quiere utilizar, dicha mafia, las negociaciones actuales con el gobierno Jospin, para aumentar su poder y lograr una independencia subvencionada. Porque, sin subvenciones estatales, la isla se moriría rápidamente de hambre.

Cederé a la costumbre de hacer de los USA la referencia obligada, recordando que cuando la Justicia norteamericana quiso liquidar el control de ciertos sindicatos por la Mafia (camioneros, portuarios, construcción, etc), los mafiosos protestaron porque consideraban que esos ataques antidemocráticos atentaban a la libertad sindical. Evidentemente no se trataba de libertad sindical, pero, dicho sea de paso, la cuestión que eludían todos los progresistas, era que, efectivamente, los sindicatos mafiosos obtenían mejores salarios para sus trabajadores, que los sindicatos honestos.

Mientras que nuestros “viejos filósofos” galos discuten sobre descentralización y centralismo, con obligadas referencias a la Revolución francesa de 1792 y a la sangrienta pugna entre jacobinos y girondinos, los atentados prosiguen en Córcega, como en el continente, las bandas rivales siguen matándose, y el gobierno y sus lacayos siguen declarando que todo está bajo control. De todas formas, el Consejo Constitucional no aprobará jamás, en su versión actual, el proyecto gubernamental de autonomía corsa. Desde que ha logrado desembarazarse de su corrupto presidente, Roland Dumas, vuelve a actuar con eficacia.

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