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Carlos Semprún Maura

Correspondencia atrasada

el nombramiento de un presidente de Europa, pongamos, no solucionará nada, será un nuevo fantasma como lo es el patético Javier Solana.

Como a veces pasa, durante mi ausencia involuntaria han ocurrido algunas cosas dignas de un breve comentario. En otras ocasiones me he triturado los sesos buscando algo que contar sobre un París, o un país, en donde me daba la impresión de que absolutamente nada era digno de ser mencionado.
 
Resumamos los hechos: enfermo, el jefe terrorista Yaser Arafat ha sido admitido en un hospital militar de las cercanías de París. Los médicos han anunciado que comunicarán los primeros resultados de sus análisis el próximo miércoles, pero los consejeros políticos del terrorista ya han anunciado que no se trata de una leucemia, ni un cáncer, sino de un envenenamiento misterioso, con lo cual, implícitamente, se señala a los servicios secretos israelíes, no faltaba más. Hasta la enfermedad puede servir de propaganda. Mientras tanto, las autoridades palestinas preparan a duras penas su sucesión, como si ya hubiera muerto, o, en todo caso, como si fuese a salir incapacitado de este percance. Como era de suponer, las autoridades francesas se vanaglorian por haber acogido al "líder de la resistencia palestina".
 
Por las mismas fechas, los jefes de Estado y de Gobierno de los 25 países de la UE firmaban en Roma la Constitución europea, una Constitución que, es lo más probable, será rechazada por la gente sí es que se toman el trabajo de consultárselo por lo que nos encontraremos en un nuevo callejón sin salida. Voy a tener que leer ese mamotreto en su última versión, o sea la firmada en Roma. Leí la primera, la entregada por Giscard d'Estaing a las masas y a los gobiernos, y ya me pareció mala, demagógica y sin consistencia. Teniendo en cuenta la profunda desunión de Europa sobre problemas tan diferentes como la política agrícola común o la política exterior, el nombramiento de un presidente de Europa, pongamos, no solucionará nada, será un nuevo fantasma como lo es el patético Javier Solana.
 
La característica de este Gobierno Raffarin es que cuando los sindicatos gruñen, incluso sin morder, retrocede, y las reformas se estancan, o se realizan sólo a medias. Lo mismo va a ocurrir con el informe oficialmente encargado por el ministro de Finanzas, Sarkozy, a Michel Camdessus, ex director del Fondo Monetario Internacional. Recibido este informe a bombo y platillo por el ministro Sarkozy, que declaró que lo iba a convertir en su "libro de cabecera", me temo que su destino sea el mismo que el de las biblias en los hoteles norteamericanos, que nadie lee. A Sarkozy nada le cuestan esas declaraciones entusiastas, en breve ya no será ministro sino presidente de la UMP. Camdessus y sus colaboradores declaran que las reformas que proponen son indispensable para detener la decadencia dramática de Francia y salvar así el "modelo social francés". Pero dichas reformas que proponen –y que muchos otros ya habían propuesto– consisten en olvidarse de las 35 horas y trabajar mucho, reducir la burocracia estatal –gigantesca y parasitaria– flexibilizar el mercado laboral, favorecer las iniciativas empresariales, aumentar considerablemente la investigación y la innovación, etcétera. Lo curiosos es que, si se aplicaran, destruirían precisamente ese dichoso "modelo social". Ni siquiera vale la pena analizar con más detalle dichas propuestas ya que habían ido a parar a la cesta de los papeles, que suele ser el destino de las reformas en Francia.

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