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Carlos Semprún Maura

De domingo a domingo

El domingo por la mañana, los medios de información consagraban sus comentarios al malogrado partido de fútbol Francia/Argelia, que de “amistoso” se convirtió en bronca y rebeldía. Sin muertos, vale la pena señalarlo, porque demasiadas veces el violento gamberrismo de los hinchas futbolísticos deja víctimas por los suelos. Todos –radio, televisión, periódicos que salen los domingos, porque el “gang” del Sindicato del Libro parisino prohíbe, desde 1945, la edición dominical de los grandes periódicos nacionales–, todos, lamentaban los incidentes.

Un partido amistoso e histórico, por primera vez Francia contra Argelia, el deporte es una cultura de la tolerancia (¿?), por el deporte hacia Dios, etc, cualquier cosa, una vez más, para ocultar los problemas reales. La política del avestruz. Ocurrió lo que era previsible: al tradicional gamberrismo de los hinchas, furiosos al ver perder a su equipo argelino, se unió el odio anti occidental en aumento, y se oyeron gritos de ¡Viva Ben Laden! Desde luego fueron censurados. Pero no fue una casualidad que los furibundos gamberros argelinos bombardearan con latas (de Coca Cola) la tribuna oficial, en donde estaban desde Lionel Jospin hasta la ministra de Juventud y Deportes, la ayatolá laica M. C. Buffet, pasando por el Ministro de Interior, D. Vaillant, la Ministra de Trabajo E. Guigou, y algunos más. No sabría decir si fue decisión de Alá, o mera casualidad, las únicas en recibir proyectiles y ser muy levemente heridas, fueron las señoras ministras. Jospin, él, nada, aunque en la tele parecía totalmente congelado.

A decir verdad, existe en Francia una situación totalmente ambigua: el discurso oficial, los medios informativos, los ilustres profesores de moral, mayoritariamente se declaran “amigos de los árabes”, del Islam. Todos los años durante el Ramadán, una de las cadenas estatales de televisión dedica durante horas todas las noches sus emisiones a ese mismo Ramadán, como manifestación cultural digna no sólo de respeto, sino de admiración. Y frente a esa coba, a menudo repugnante, los emigrantes de origen magrebí, o africano en general, y sus hijos, por lo general franceses, encuentran en su vida cotidiana, en su trabajo, en sus barrios, una xenofobia de hecho, un racismo de la policía, que dispara infinitamente más a menudo contra magrebíes que contra franceses “blancos”, unas dificultades de todo tipo, mayores que las de los demás ciudadanos. Esta contradicción, tan profunda como evidente para quienes la viven, resulta a menudo insoportable, y constituye el terreno abonado para la delincuencia y, mucho peor, para el fundamentalismo islámico. Incluso los que no creen en Alá, y no han leído el Corán, admiran el terrorismo. Yo tengo ganas de decir a esos enanos dirigentes: menos coba, menos Ramadán, menos demagogia, menos subvenciones al integrismo islámico, más diplomas de ingeniero o médico, y sobre todo, más justicia.

Por la tarde, comenzaron los bombardeos anglo norteamericanos contra Afganistán, y los actores siguieron al pie de la letra el guión preparado. Habló Chirac –el primero y por ahora el único en Francia–, confirmó su solidaridad con los EEUU, dijo que la francesa ya está en marcha: dos barcos –uno, para la pesca de atún; el otro, un hospital para ciegos-- que ya se alejan vertiginosamente de la zona de combates. Cuando hable Jospin, y no faltará, dirá más o menos lo mismo, y pensando, como Chirac, en las elecciones, añadirá alguna parrafada sobre “los pobres cada vez más pobres”.

Mientras tanto, Tony Blair cumple con lo que tan bien dice, y sus tropas están en primera línea. Se puede estar por “la paz a toda costa”, pero tengan por favor la elegancia de decirlo. Los franceses serán borregos, según el general de Gaulle, pero no todos son imbéciles.

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