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Carlos Semprún Maura

El cigarrillo de Sartre

Esta desaparición dialéctica del pecador cigarrillo, me recuerda a la desaparición de Trotski, Bujarin, Zinoviev, etcétera, de las fotos oficiales soviéticas. Estamos, sin saberlo, metidos en un totalitarismo fofo

Se ha dado a conocer ampliamente la foto de Sartre, que ilustra el cártel de la exposición que la Gran Biblioteca Nacional consagra al “gran filósofo”, con motivo del centenario de su nacimiento. Es una foto censurada, en la original, Jean-Paul Sartre aparece con un pitillo entre los dedos –como yo, ahora, escribiendo estas líneas–, y en el cartel, el cigarrillo ha desaparecido. Muchos se mofan: es una imbecilidad, si no querían “hacer publicidad para el tabaco”, hubiera bastado con elegir una foto del “maestro” sin cigarrillo. Es una imbecilidad, desde luego, pero una imbecilidad muy sintomática, que demuestra que si Monsieur Jourdain hablaba en prosa sin saberlo, los franceses son soviéticos sin saberlo.
 
Esta desaparición dialéctica del pecador cigarrillo, me recuerda a la desaparición de Trotski, Bujarin, Zinoviev, etcétera, de las fotos oficiales soviéticas. Estamos, sin saberlo, metidos en un totalitarismo fofo, los métodos, por ahora, son diferentes, pero el objetivo es el mismo: el estado debe controlarlo todo, la economía, la política, la cultura, la salud, la vida privada, la religión, las fotos, la sociedad toda. Ni que decir tiene que nada semejante se ha siquiera pensado para conmemorar el también centenario del nacimiento de Raymond Aron. Los franchutes siguen equivocándose jubilosamente con Sartre, y se nota.
 
Por primera vez en un sondeo, triunfa el “no”, con un 51 % de las intenciones de voto, resultado publicado el pasado viernes enLe Parisien. Esto es importante, aunque sólo se trate de un sondeo, y, como ya dije, la polémica en torno a la “directiva Bolkestein” no hace sino recoger los principios fundadores ya afirmados en el Tratado de Roma de 1957, y aprobados posteriormente en los Consejos de Ministros de la UE: libre circulación de mercancías, de capitales, de personas y de servicios, en el seno de la UE. Y es, por cierto, lo único positivo en esta malograda construcción europea, ya que se fortalece el mercado común y amplía sus libertades. Un bulo circula profusamente entre los adversarios de esta “directiva”. Si se aprueba, un fontanero polaco (le tienen manía a los fontaneros, y a Polonia), podría trabajar libremente en Francia, cobrando el mismo salario y con los mismos seguros sociales que en Polonia, con lo cual, los fontaneros polacos arruinarían a los franceses y les condenarían al paro masivo. Este bulo además de ser falso, es imbécil ¿Por qué un fontanero polaco se expatriaría para trabajar en Francia, si es para cobrar el mismo salario que en Polonia? La gente emigra con la esperanza de encontrar una vida mejor, trabajo, desde luego, pero también más libertad, como mejores salarios. Sin estos incentivos no se moverá, sobre todo teniendo en cuenta que la carestía de la vida es muy superior en Francia que en Polonia, o Hungría. No van a emigrar para vivir peor. Cuando los partidarios del “sí” declaran que la Constitución constituirá un baluarte contra esta “directiva” mienten, ese mamotreto contradictorio permite tanto aprobar como rechaza, ésta y otras directivas. Hay mucha ralea entre los partidarios del “no”, pero si por milagro triunfa, se cerrara otra puerta,  pero quedará entreabierta la posibilidad de una Europa realmente liberal y abierta al mundo democrático. Viendo como van las cosas, no nos hagamos demasiadas ilusiones.

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