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Carlos Semprún Maura

El Estado en quiebra

Jean-Claude Trichet, muy criticado precisamente por Sarkozy y su Gobierno, le ha dado claramente la razón a Fillon, confirmando que la situación de las finanzas públicas francesas es catastrófica.

La semana pasada, durante una visita oficial a Córcega, el primer ministro, François Fillon, declaró: "Estoy a la cabeza de un Estado en quiebra financiera". Lo repitió tres veces, hablando del déficit colosal y la deuda pública abismal. Algunos comentaristas ironizaron sobre su repetida afirmación de que estaba "a la cabeza de un Estado" (¡Ay va, y nosotros que creíamos que Sarkozy estaba a la cabeza de todo!), la polémica, el escándalo, bastante artificial, se ciñe en torno a la palabra "quiebra".

Es lo mismo que ocurrió no hace mucho, y aún con más escándalo, cuando Bernard Kouchner empleó la palabra "guerra" al hablar de la fabricación de armas nucleares por Irán. "Hay que prepararse a lo peor, o sea a la guerra". Todos se le echaron encima salvo André Glucksman; el propio Sarkozy defendió a su ministro de forma ambigua: "Yo no hubiera utilizado la palabra guerra, pero en el fondo Kouchner tiene razón".

En sociedades castradas, como la francesa y la que quiere imponernos Zapatero, la realidad asusta. De la misma manera que los enanos han desaparecido, puesto que ya no se les nombra, tampoco hay guerras sino "operaciones de paz". Lo mismo ocurrió en momentos muchos más graves, durante la Guerra de Argelia, que nunca fue reconocida como tal: se hablaba de "acontecimientos" y a la represión se la calificaba de "pacificación". Menos mal que, pese a esa cobardía semántica, Sarkozy ha reafirmado en la ONU la peligrosidad de este Irán gobernado por fanáticos.

Los comentarios en torno a la "quiebra" de dos ex primeros ministros, Jospin y De Villepin, declarando que cuando ellos gobernaban las cuentas del Estado estaban en orden y otras bobadas del mismo cariz serían para desternillarse de risa si no estuviéramos ya hartos de reírnos de las imbecilidades y las mentiras de los políticos. El más ridículo de los dos ha sido, claro, De Villepin, en su nuevo papel de mouche du coche respondona, porque nadie se va a creer que abandonara Matignon con las cuentas del Estado "equilibradas" y las finanzas "saneadas" y todo eso se haya hundido en apenas cuatro meses desde la elección de Sarkozy.

Por su parte, el gobernador del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, muy criticado precisamente por Sarkozy y su Gobierno, le ha dado claramente la razón a Fillon, confirmando que la situación de las finanzas públicas francesas es catastrófica, aun sin meterse en batallas semánticas sobre si hay "quiebra" o no. El martes 25, Le Figaro publicó en primera plana algunos de los datos inquietantes de la situación: la deuda pública alcanza el 62,2% del PIB; el déficit de la Seguridad Social, 11.700 millones; el déficit presupuestario, 39.000 millones de euros, según previsiones para 2007 y el Gobierno estima que el crecimiento sería del 2,25%, una cifra que no convence a todos. Tout va très bien, Madame la Marquise!

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