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Carlos Semprún Maura

El imán escondido

Los coches contaminan, por lo tanto, cobramos el 80% de cada litro de gasolina. El tabaco mata, por lo tanto, cobramos el 79% de cada cajetilla. ¿Genial, no? Dentro de poco van a calcular el aire que respiramos cada día, para tarifarlo adecuadamente.

Existen diversas versiones modernas del Apocalipsis. Los islamistas creen que ocurrirá dentro de dos años, en su versión guerrera, y que el "imán escondido" desde hace siglos, el duodécimo para los chiítas, saldrá de su escondite. Será un imán campeador, of course. Son muy modernos y civilizados al plantear su Apocalipsis en términos de armas nucleares, como en Irán. También hay científicos-gurús, que ven el Apocalipsis en términos climáticos; el planeta se va a calentar tanto que se convertirá en infierno, o en horno crematorio, según sean sus alucinaciones. Esta teoría, más difusa que la islámica pero más extendida, se apoya en infinidad de miedos milenaristas y en angustias ecológicas, cuya única expresión relativamente inteligible es el odio al progreso industrial, científico, tecnológico y social, aunque usen Internet para proclamar su añoranza de la vela y el establo. Lo que in fine condenan es el capitalismo.

Encabezando todo esto están los estados proxenetas, que utilizan a los científicos y a los temores para aumentar los impuestos, con la máscara caritativa y solidaria de la ecotasa. Los coches contaminan, por lo tanto, cobramos el 80% de cada litro de gasolina. El tabaco mata, por lo tanto, cobramos el 79% de cada cajetilla. ¿Genial, no? Dentro de poco van a calcular el aire que respiramos cada día, para tarifarlo adecuadamente. Todo para bien, para preservar nuestra salud –que buena falta le hace habida cuenta del estado de los hospitales y de la sanidad estatal– y el medio ambiente. Decir que en tantos países pseudocivilizados hasta existen ministerios de Medio Ambiente. Pues yo, humilde peatón casi centenario (¡Albricias, Don Francisco!), observo que he vivido el invierno más largo –no el más frío– de mi vida. Desde diciembre, el 99,9% de las noches parisienses hiela, no a menos treinta grados, como en Moscú, pero hiela. Du jamais vu!

Me dicen que ayer martes, como estabaprevisto, hubo manifestaciones estudiantiles, y algún jaleo en el Boul’ Mich’ de mi adolescencia. No tienen la menor importancia, o mejor dicho, la única importancia que tienen el miedo que procuran al gobierno. Claro que si ocurre algún incidente grave, la chispa actual, que podría apagarse con un vaso de agua, se convertiría en incendio. También me dicen que las asociaciones de padres de alumnos se inquietan ante la proximidad de los exámenes, y del bachillerato. Que no se preocupen, tendrá diploma automáticamente quien presente un certificado de manifestante.

A propósito de incendios, muchos son, empezando por de Villepin, quienes comparan los disturbios actuales con las revueltas e incendios en los suburbios, del pasado mes de noviembre. Pero lo hacen ocultando siempre el papel de los "barbudos", explicándolo por motivos sociales –el paro– y psicológicos – ansia de reconocimiento y dignidad–. Yo oí a representantes de las instituciones oficiales judías celebrar que no se hubieran quemado sinagogas como se quemaron escuelas, y veían en este dato una disminución del antisemitismo. ¿Serán imbéciles? Sin negar los problemas de paro y exclusión, lo que revela el control de los imanes en esas revueltas, además de su coordinación en toda Francia –ninguna "banda" es capaz de algo semejante–, es la ausencia total de chicas en las manifestaciones violentas, que están en primera fila en los mini-disturbios actuales, y precisamente que no se atacaran sinagogas u otros centros judíos. Si lo hubieran hecho, los imanes hubieran firmado claramente sus fechorías y tienen interés en que se crea que el Islam francés es "republicano", para aumentar su influencia con vistas a próximas y decisivas batallas, cuando aparezca el imán escondido.

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