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Carlos Semprún Maura

El retablo de las maravillas

Sabido es que Chanfalla y la Chirinitos iban por las aldeas enseñando inexistentes maravillas en su retablo, pero habiendo advertido que las extraordinarias hazañas que mostraban y comentaban, sólo podrían verlas los cristianos viejos, y por lo tanto los que nada veían en donde nada había, tenían que ser marranos y conversos, o sea mala ralea, maquetos, vaya. A menudo pienso en este genial entremés de Cervantes, que con tanto salero se mofa de la intolerancia y las inquisiciones, al contemplar el gigantesco retablo de las mentiras que dominan el paisaje mediático y seudo informativo. Claro que uno de sus argumentos más empleados es el de afirmar que quienes mentimos y dominamos el mundo, somos nosotros, los que tozudamente repetimos: “e pur se muove”. El capitalismo, claro.

Huérfanos de un marxismo herculáneo, que lo explicaba todo, para cambiarlo todo, pero que se ha estrellado en un cementerio, no de coches, sino de seres humanos, lanzan con todos los medios a su alcance, que son todos los medios, empezando por el moderno retablo que es la televisión, bulos grotescos sobre el clima, la salud, la energía nuclear y, a fin de cuentas, el capitalismo, culpable de todos los males, hasta de que tu mujer se marche con el fontanero. Y como todos repiten esas mentiras, como loros, presidentes, ministros, intelectuales orgánicos y porteras, todos se lo creen y todos repiten: la culpa de todo la tiene la globalización. ¿Quién se atreve a presentarse como judío? Esto ha podido constatarse de nuevo, trágica y absurdamente en Génova, este fin de semana.

Confieso, no siendo Chanfalla, haberme equivocado, tan acostumbrado estaba a ver el “dúo dinámico” Chirac/ Jospin en esas cumbres, le creí a Jospin en Génova, pues no, tomándose ya por el Presidente electo, ha estado dándose una gira por antiguas “democracias populares”, con el objetivo, se supone, de convencerles de que el capitalismo es malo, y el socialismo, a condición de ser francés, divino. Pues se ha perdido, al no ir a Génova, una buena ocasión de lucirse. Jacques Chirac, en breves minutos, se ha ganado un millón de votos, declarando solemnemente ante el retablo de las maravillas, que si la gente está descontenta, tenga o no razón, eso significa que no está contenta.

Esa profundidad filosófica se ha aplaudido en Francia hasta por algunos de los hipócritas organizadores de las manifestaciones de Génova, como el grupo “Le Monde”, otros medios y hasta ministros del actual gobierno, como el piernas de Brenard Kouchner, quien repite por doquier: “Como muy bien ha dicho el Presidente Chirac, si la gente no está contenta es porque está descontenta”. Y eso es lo que va a quedar de este tute de los grandes: Chirac ha dado en el clavo. Se ha convertido en el Gran Hermano. Puede que no dure, es gafe.

Volviendo, para concluir, humildemente, a París, el Verde responsable del tráfico en la capital ha prohibido la circulación de coches en las autovías a orillas del Sena, para ofrecerlas este verano a los peatones y demás ciclistas de mierda. Esta medida, perfectamente autoritaria, ha creado tales atascos, que la polución ha aumentado vertiginosamente, y todo el mundo protesta, hasta ciertos Verdes. Una de las más absurdas decisiones del fracaso de Génova, es querer abrir sus salones y dormitorios a las famosas ONG, las organizaciones no gubernamentales, pero subvencionadas. ¿Por quién? ¿Los petrodólares, el narcotráfico, o los Gobiernos? Nacieron y prosperan a la sombra de la desaparición del militantismo, en partidos y sindicatos, únicamente manejados por funcionarios asalariados (de eso nada ¿verdad Zapatero?), pero aparentando ser benévolas y voluntariosas, casi todas las ONG se han convertido en mafias macarras. Que se sienten en el banquete de los “grandes”, se lo merecen, son poderosas.

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