Menú
Carlos Semprún Maura

El ridículo no mata

Era como una leyenda persa, pero no exactamente como las “Mil y una noches”. Parecía un millonario árabe, quizá un príncipe saudí o de otra de las monarquías petroleras, aquellos exóticos países donde las mujeres no tienen siquiera derecho a conducir coches, y en donde sólo pueden beber champán y whisky los herederos que hayan estudiado en Oxford -y a escondidas.

El caso es que en la pequeña aldea del Var, que cada vez recibe a más famosos, debido a su proximidad con Saint-Tropez (relativa, pues se halla a 30 kilómetros), se supo que un millonario se había construido en las afueras una gran casa de veraneo, de estilo entre californiano y marbellí, con pista de aterrizaje para helicópteros. Y allí llegaba, desde su yate anclado en la bahía, con su (o sus) mujeres, sus hijos, sus criadas y 20 guardaespaldas. Para ir a comprar hachís en el mercado, sus porteros utilizaban el Rolls Royce.

La información se fue depurando: no era príncipe, ni saudí; pero sí millonario. Se trataba de un hombre de negocios libanés, hoy primer ministro de Líbano, y su nombre es Hariri. Entrevistado hace un par de días por Le Figaro sobre lo que pensaba de la actual lucha mundial contra el terrorismo, se mostró totalmente de acuerdo, prometiendo ir más allá de su deber. Y como el periodista, algo mosca, le preguntó: “Pero, vamos a ver, ¿de qué terrorismo está usted hablando?” “¡Del terrorismo israelí, claro” ¿Hay otro?”, respondió Hariri.

Este tipo de declaraciones no deben desagradar, seguramente, al candidato Verde a las presidenciales, Alain Lipietz. Después de sus tomas de posición a favor de los nacionalistas corsos, y de su colaboración “intelectual” con ellos y con ETA (de esto se habla mucho menos), quiso publicar un artículo sobre los atentados en EE UU, pero sus camaradas se lo prohibieron tajantemente, y el director de su campaña electoral, J.F. Collin, dimitió en el acto. En cuánto al contenido de ese texto, aún inédito, basta con leer El País, para hacerse una idea. Es probable que Lipietz no siga siendo el candidato, porque, aunque los Verdes puedan ser idiotas, no son rojos, sólo rosados.

Siempre en el terreno de la precampaña, el anuncio, por sorpresa, de Giscard d’Estaing de que le gustaría ser candidato, si se lo piden, no ha suscitado entusiasmo, más bien expectativas. Le Monde, al percatarse de que las declaraciones de Chirac, su viaje a los EE UU, etc., han sido bien acogidos por la opinión pública, se lanza abiertamente a la campaña electoral a favor de Jospin, declarando ayer que tenía grandes virtudes diplomáticas. Sus redactores tienen talento suficiente para comentar sesudamente el vacío absoluto. Recuerdo que hace unos 20 años, cuando los soviéticos invadieron Afganistán, el titular en primera plana de ese vespertino era: “La URSS retoma el internacionalismo proletario”.

No comment. No todo son angustias en la vida, y el ridículo no mata, como se dice aquí. El orwelliano Ministerio de la Familia, dirigido por la précieuse ridicule Segolène Royal, acaba de publicar un folleto sobre la educación de los padres, sus deberes y derechos. El totalitarismo blando de la social burocracia francesa no deja el menor rincón humano sin controlar, o al menos sin intentar controlarlo. Pero no se limitan a definir las normas del buen padre socialista, también pretenden reglamentar los derechos y deberes de los recién nacidos. El paso siguiente será la creación de un sindicato de los bebés.

He notado que la prensa francesa no habla para nada del Festival de San Sebastián. No es, desde luego, por solidaridad contra ETA. Se trata, sencillamente, de que, estando ausentes los artistas norteamericanos, no tiene el menor interés. Salvo para ETA, no faltaba más.

En Internacional

    0
    comentarios