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Carlos Semprún Maura

En la muerte de Balthus

El rey ha muerto ¡Viva el rey!

Desde hace bastante más de 50 años, reina sobre la pintura una moda mahometana y, por lo tanto, tiránica y sectaria, que exige la desaparición de la figura humana de los cuadros (y de la escultura), impone la censura absoluta a toda figuración, en nombre de teorías perfectamente contradictorias, entre las cuales se distinguen, por su estupidez, las que se basan en un marxismo de sobremesa y condenan, en nombre de la dictadura del proletariado, la figuración, como arte burgués. No siendo sectario de signo opuesto, opino que el arte abstracto, ya que así se califica generalmente, y suena mejor, más culto, que mahometano, ha producido verdaderas obras de arte (Klee, por ejemplo), pero eso no impide que existiera, y aún exista, aunque menos, un espíritu inquisitorial nefasto, y que, al margen o en contra de esa moda, inmensos artistas, quienes sufrieron a menudo aquel ostracismo, lograran imponerse contra viento y marea. Pienso, son muchos más, en Francis Bacon, y en el conde Baltasar Klossowski de Rola, que firmaba Balthusz, diminutivo polaco de su nombre, y luego Balthus, y que murió el domingo en Suiza.

Siendo algo cosmopolita yo mismo, siento, desde siempre, particular atracción por las familias cosmopolitas (famosas o no), como la de Balthus, polaco nacido en París y muerto en Suiza, que vivió en Berlín, Italia, y París, claro, hablaba varias lenguas y lo había visto todo, o casi, y que siempre fue único y solitario. De su padre, aparte de que era conde y polaco, no sé nada, lo confieso, pero su madre, que tenía el curioso nombre de Baladine Spiro, fue una gran señora, muy culta, que pintaba y dibujaba, personalidad célebre en los medios artísticos de Berlín y París, antes de la guerra, porque, como era judía, durante la ocupación nazi de Francia (1940/44), tuvieron que esconderse. Su hermano, Pierre, escritor que también pintaba, publicó varias novelas eróticas que relatan las proezas sexuales de la señora Roberta, y si no fue un don Nadie, tampoco fue Balthus.

Me encontré con Balthus por sorpresa, y no sabía quién era, en la vitrina de una galería. Vi dos cuadros, representando a dos niñas, totalmente indecentes, las faldas remangadas más allá del alma (escribía Vittorini). Tuve la impresión de que algo tenía de goyesco, con su “antes” y “después”, y para decir las cosas brutalmente, representaban un deseo inmenso, una espera, y una masturbación cansina y algo defraudante. Era, es, pintura, desde luego, nada de fotográfico, ni de pornográfico, pero tremendamente sensual y hasta anatómico, y si decís que, por ejemplo, “Alice” (1933), o “La lección de guitarra” (1934), “Teresa sueña” (1938), o “El cuarto” (1952-1954), no son cuadros intensamente eróticos, os aconsejaría, no sé qué, o más bien nada, no tenéis remedio.

Con motivo de la muerte del gran artista, he leído frases hipócritas, admitiendo que algo de erotismo existía, si, pero ennoblecido por cierto ensueño, algo que es y no es, elegante, y hasta bien educado. Académicamente, no se suele hablar de otra forma de un muerto ilustre, pero habiendo ensueño, sí, y arte y pintura y hasta genio, también se expresan radicalmente las obsesiones pederásticas del pintor, porque esa sensualidad que hace setenta años chocó, constituyen, para mí, una aportación peculiar del pintor, una sinceridad radical de la obra, una profanación, tan voluntaria como aristocrática, y si nos importa tres cominos saber si Balthus se acostaba con niñas, lo seguro, es que soñaba con orgasmos púberes. Y que lo hacía magníficamente.

No sólo pintó eso, aunque sí mucho, y además pintaba muy lentamente, pintó magníficos paisajes, retratos, y espléndidas escenas de calle parisinas, pintó lo que le daba la realísima gana, con soberbia, y si para nada se interesó por la moda y el mundanal ruido, la moda terminó por interesarse por él. A alguien que le preguntaba su opinión sobre la pintura conceptual, respondió: “Usted me dirá cómo se pueden pintar conceptos”. Pues en eso estamos aún.

Hoy, lunes 19, el number one de la prensa francesa “Le Monde” titula en primera plana: “Charles Trenet est mort”, y arrincona a Balthus a las páginas interiores. Todavía hay clases, aunque sea al revés.

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