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Carlos Semprún Maura

Escándalos limitados

Ocurre cada vez más a menudo que un libro arma un escándalo limitado antes de llegar a las librerías. Esto acaba de ocurrir con el de Pierre Pean y Philippe Cohen: La cara oculta de “Le Monde” (traducción literal), aún no distribuido, aunque el semanario L’Express publicó la semana pasada unos fragmentos de la obrita. Bien sabido es que el escándalo constituye un elemento fundamental de los usos y costumbres editoriales actuales, pero estoy convencido de que muchos lectores, no profesionales, se habrán limitado a leer L’Express y no comprarán el libro. ¿Para qué? Han visto por dónde van los tiros y su falta de interés.

Lo que me extraña, por lo que he leído y oído sobre ese libro, es que nadie haya señalado que se trata de una operación de los servicios políticos y mediáticos del Elíseo, o sea, de la “chiraquía”, como se dice aquí, contra un periódico que desde hace años y hasta ayer por la tarde, no parecía tener más obsesión que la de tumbar, como sea, incluso jugando sucio, con infundios, rumores, y hasta descaradas mentiras, al presidente Chirac. Off the record, algunos periodistas de Le Monde me lo han confesado. Lo divertido del caso es que este conato de venganza aparezca en el momento mismo en que Le Monde, como todos los medios, todos los partidos, la opinión pública, presos de un delirio nacionalista, cierran filas en torno al presidente Chirac en su combate contra los USA y su apoyo a Sadam. Pero, claro, un libro no se escribe en dos horas.

La tésis de dicho libro, según los fragmentos publicados, es que Le Monde, desde 1995, ha cambiado, más aún, ha traicionado sus ideales, su línea editorial, su ética, a su fundador y se ha convertido en un partidario de Eduard Balladur. Esto no es sólo evidente y totalmente falso, sino perfectamente ridículo, como cualquier lector de este vespertino ha podido comprobar. Expliquemos las cosas: en 1995 hubo elecciones presidenciales en Francia y, como siempre, varios candidatos. Pero la novedad, lo que no se ha perdonado, ni se perdonará jamás, es que en el seno, no sólo de la derecha, sino del mismo partido, Balladur tuvo la osadía de presentarse “contra” Chirac y también, claro, contra Jospin y los demás candidatos.

Durante unas semanas, en los sondeos, pareció que Balladur podía ganar a Chirac. No fue así. En la primera vuelta, ganó Chirac, luego Jospin, y Balladur se fue de vacaciones. Chirac ganó en la segunda, sabido es, pero no ha tragado el susto Balladur. En cuánto a Le Monde, en 1995, como en 2002, apoyó a Lionel Jospin, y no a Balladur ¿por qué tan groseras mentiras que sólo pueden provenir de las oficinas chiraquianas? Es cierto, sin embargo, que Le Monde ha cambiado desde que la troika de ”traidores”, según los autores, o sea, Jean-Marie Colombani, Edwin Plenel y Alain Minc, presidente del Consejo Editorial, cuyas ideas, confusamente “liberales” no se reflejan en el diario, dirigen el vespertino. Pero este cambio consiste en haber convertido su periódico en el más conformista portavoz de la izquierda plural, mientras que antes, todo era mucho más hipócrita, aunque siempre antiyanqui, y prosoviético.

En cuanto a lo que el libro contaría sobre los abusos de poder, las mordidas, los chantajes y el eterno autobombo, denunciados en los párrafos ya publicados en L’Express, cualquier español se moriría de risa, comparándolos a los usos y costumbres del Imperio Polanco. En comparación, esos “franchutes” parecen ángeles de la guarda. La verdadera crítica política, ética, periodística de este compañero sentimental de El País está por hacer. En otras circunstancias, hubieran podido lanzar una campaña de “acoso a Le Monde, asesorados por Cebrián y Pradera, pero ahora no pueden, la “unión sagrada” les exige defender a Chirac en vísperas de la guerra. Se limitarán a denunciar “la vida sexual” de los autores del libro.

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