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Carlos Semprún Maura

Eta en Francia

Desde la amenazante exigencia de “impuesto revolucionario” que ETA ha enviado al futbolista Vicente Lizarazu, la opinión pública francesa comienza a inquietarse. Es probable que las barbaridades proetarras en Bayona y Niza, también influyan. Se trata de un fenómeno nuevo. Hasta ahora, en efecto, los medios informativos, como los políticos y muchos intelectuales, consideraban con simpatía y benevolencia las actividades terroristas de ETA. Por cierto, jamás las califican de terroristas. Son nacionalistas, a lo sumo separatistas.

La corresponsal en Madrid del influyente vespertino “Le Monde”, Marie-Claude Deschamps, sólo se indigna ante un atentado de ETA --o más bien, se sorprende--, cuando las victimas son consideradas, por ella, de izquierdas y antifranquistas. Y se atreve a preguntar: ¿por qué matáis a vuestros camaradas? Porque el mito de ETA antifranquista persiste, 25 años después de la muerte del dictador.

Escritores como Gilles Perrault, gran admirador de espías y terroristas comunistas, no para de ensalzar la lucha heroica de los etarras y de tratar a las autoridades españolas de nazis, gestapistas y torturadoras (sobre la tortura habrá realizado sus prácticas en Argelia, cuando era oficial paracaidista). Otro caso: la escritora Florence Delay --que acaba de ser elegida para la Academia Francesa de la Lengua-- publicó hace unos años una novela en la misma onda de exaltación de ETA, y trató públicamente de fascistas a los editores españoles que se negaron a publicar su sarta de mentiras. Jean- Francois Revel se ha mofado en varias ocasiones de ésta comunista de salón, quien, como Viviane Forrester, presume de su izquierdismo exaltado en los cocteles.

Pero esto, y mucho más, no es nuevo. Ya Jean-Paul Sartre había exaltado a ETA porque asesinaba. Y ¡Viva el humanismo existencialista! Lo nuevo es que por fin se habla en la prensa de las violencias callejeras, menores que en España, pero en aumento en el País Vasco francés, y también de la extorsión de fondos organizada a gran escala por ETA, y hasta hace muy poco ocultada. Porque el caso de Lizarazu dista mucho de ser el único.

En este sentido conozco personalmente un caso, que no he visto relatado en ningún periódico, y por lo tanto mantendré el anonimato, por si las moscas. Sólo diré que un buen (no son muchos) galerista parisino, cenando en un restaurante vasco, en Burdeos, fue víctima de la explosión de una bomba, que le ha dejado medio ciego y semi sordo. No sería estrafalario suponer que el propietario vasco de ese restaurante vasco, se habría negado a pagar el maldito “impuesto revolucionario”. Ocurrió en Burdeos, mañana puede ocurrir en París, o en Bruselas, en donde haya restaurantes vascos.

Otros comerciantes y empresarios, en cambio, de Bayona, Biarritz o San Juan de Luz, pagan y callan. Como el Festival de San Sebastián, del otro lado de la frontera. Hay que tener muy presentes el hecho de que la “ayudas internacionales” a ETA, a través de los servicios especiales soviéticos, alemanes del Este, cubanos, libios, argelinos, etc, o han cesado totalmente o han disminuido mucho; y ETA necesita compensar esas pérdidas con nuevos ingresos.

Por lo tanto, la batalla anti ETA, también pasa por Francia. Y por Europa. Que el Parlamento Europeo, y personalmente su Presidente, Nicole Fontaine, haya distinguido y condecorado a ¡Basta Ya! se merece nuestros aplausos, desde luego, pero yo me pregunto si eso basta. Hay tanto sectarismo en la izquierda y la socialburocracia europea, que yo me imagino muy bien a tantos decir o pensar: ¿Qué más da? Nicole fontaine es de derechas, ETA de izquierdas, y el Parlamento Europeo un antro capitalista a las órdenes de Washington.

Cosas hemos visto, mío Cid, de las que no fablan las piedras...

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