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Carlos Semprún Maura

La izquierda antisemita

Decían que no, incluso decían que el antisemitismo no existía en Francia, lo repetían el presidente Chirac, y su entonces primer ministro, Jospin. Raffarin, más ambiguo, ha declarado que sería intolerable y que, si se demostraba, tomaría medidas. Pues 19 diputados de la actual mayoría, entre ellos Alain Madelin, Claude Goaseguen y Olivier Dassault, han firmado juntos y publicado en Le Figaro del 1 de noviembre, una declaración denunciando el “boicot escandaloso” que desde la Universidad, feudo de izquierdas, y apoyado por las ONG de siempre, pretende imponer a todo producto cultural o comercial israelí. Y esto, que ya tiene su tufo de malos recuerdos de Vichy y de ocupación nazi, va acompañado de una campaña de propaganda, que nada tiene que ver con la condena –o el apoyo– al Gobierno de Sharon, sino que es francamente antisemita, y como la propaganda racista está prohibida en Francia, nuestros diecinueve diputados furiosos anuncian que van a dirigirse al ministro de Justicia, para que tome las medidas necesarias.

Me temo que sea en balde, pero, aparte de saludar esta valiente iniciativa parlamentaria, me gustaría subrayar que surge de la derecha (casi) liberal, mientras que son las fortalezas de la izquierda –sindicatos de enseñanza, ilustres profesores, ONG de los “derechos humanos”, y demás bazofia progre– los que se han lanzado descaradamente a la “caza de los judíos”. Siendo Israel una democracia, puede que dentro de unos meses tenga un nuevo Gobierno, surgido de las urnas, pero eso no cambiará nada, salvo en algún detalle táctico, el profundo y reaccionario antisemitismo de izquierdas.

Pasando a cosas menos repugnantes, sigo preguntándome cómo fue posible que un prestidigitador tan malo como Jean-Marie Messier, haya logrado tantos éxitos en tan poco tiempo, aun cuando su tinglado no haya durado pues, como es lógico, el capitalismo es cosa seria, y los prestidigitadores o los estafadores, como los de Nerón, por lo general, no duran. Pero, limitándome al mundo editorial, si bien se ha informado de las repercusiones del desastre de Vivendi en este sector, pocos han notado el radical triunfo de la industria del armamento en el mundo de los libros francés. Se ha informado de que Hachette había comprado todo el sector editorial de Vivendi en crisis, sin decir que Hachette ya había sido comprada por Matra, y Matra es una industria militar: cohetes nucleares de tipo “Exçocet”, tanques, etc. O sea, que el 70 % del mundo editorial francés depende, a fin de cuentas, de la industria de guerra. Resulta que los productos de Matra, como los aviones Dassault, eran demasiado caros para el presupuesto militar francés –hasta la fecha, al menos– y se vendían al extranjero. ¿Adónde? Adónde iba a ser, a Irak, Arabia Saudí y demás países árabes bien provistos de petrodólares. Pero de eso, la prensa de izquierda no habla, por si les toca algún bingo. ¿No se subvenciona el antisemitismo?

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