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Carlos Semprún Maura

La movida inmóvil

Todos los ministerios y administraciones públicas tendrán que hacer recortes, y ya se anuncia que estos ocho mil millones constituyen sólo un primer paso; están previstas más reducciones de gastos.

El presidente Sarkozy y su Gobierno presentaron la semana pasada un plan para reducir los gastos del Estado en ocho mil millones de euros con el fin de disminuir la gigantesca deuda pública. Todos los ministerios y administraciones públicas tendrán que hacer recortes, y ya se anuncia que estos ocho mil millones constituyen sólo un primer paso; están previstas más reducciones de gastos.

La izquierda y su dueño, el PS, han declarado una guerra semántica. No tienen ideas ni proyectos, pero como han ganado las elecciones municipales, se ponen chulos y acusan a Sarkozy de haber mentido: "Sabíamos que preparaban un plan de rigueur y siempre lo negaban, pero aquí está". No es un "plan de rigor", sino una modernización de las estructuras estatales, responden los ministros y los diputados de la mayoría.

Que se califique de rigor, de ahorros, de economías, de reducción de los gastos o de lo que sea, eso no quita que se trata de medidas defensivas, sin duda necesarias, pero que contradicen el espíritu conquistador de la campaña de Nicolas Sarkozy, y de los primeros meses de su presidencia. Hemos pasado de la ruptura, de la reforma, del cambio, a las cuentas de la lechera, como siempre en Francia. Pero eso, los sociatas ni lo perciben, y se limitan a criticar la "mala gestión" del gobierno.

Durante unos días, París se pareció a una asamblea del PSOE. Se discutía el envío de nuevas tropas (¡un batallón!) a Afganistán. Los remilgos de los sociatas y de los medios, incluida prensa de "derechas" como Le Figaro, daban vergüenza ajena. "No vamos a enviar nuestros muchachos a morir para nada en Afganistán. O peor, para Bush." Como si se tratara de un capricho del presidente yanqui, como si no existiera el terrorismo islámico ni los talibanes, ni nada, como si la "alianza de civilizaciones" fuera una realidad. Menos mal que Sarkozy, que no siempre falla, dijo lo justo, y siendo el jefe de los ejércitos, puede hacerlo.

El domingo las calles de París se llenaron de gente, de alegría oficial y deportiva, y de indignación controlada. Tuvimos el maratón por la mañana y la "marcha blanca" para la liberación de Ingrid Betancourt por la tarde. Estuvieron todos, desde Carla Bruni al alcalde Delanoe, incluyendo a la piquetera presidenta de Argentina. Y en sus selvas, las FARC siguen desternillándose de risa. ¿Tendrá Sarkozy una vaga idea de lo que son esas FARC? ¿Sobre como asesinan a los campesinos indígenas en los territorios que ocupan, por ejemplo?

Y el lunes tuvimos el recorrido de la llama olímpica china, de la mítica Torre Eiffel al patético estadio Charléty. Las autoridades esperaban incidentes. Yo también. Los hubo.

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