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Carlos Semprún Maura

La mujer que murmura al oído del presidente

En el Palacio del Elíseo, desde su construcción, existen aposentos, pasillos y puertas secretas para que las amantes de los presidentes puedan entrar, salir y lo demás discretamente. Ahora todo está en pantalla.

Mi mujer me cuenta que, cuando era directora de un programa de televisión "femenino" (pongo comillas porque hoy todo se feminiza, hasta el terrorismo), conoció a Carla Bruni, joven modelo entonces. El programa duró sólo unos pocos meses, porque Nina se enfadó con  la productora Fabienne Servan-Schreiber y su marido Henri Weber, ex trotskista, convertido luego en lugarteniente de Laurent Fabius y ahora en senador. Nina tiene peor mal genio que yo. Todo eso no viene a cuento, salvo para decir que Carla Bruni le pareció a Nina una chavala simpática y bastante menos imbécil que las modelos del montón.

Luego me dicen que se ha puesto a cantar. Lo siento, pero he escuchado sus discos y no canta, murmura, y gracias a los progresos de la tecnología, también en cuestiones de sonido, alcanza hasta el oído del presidente de la República. En el Palacio del Elíseo, desde su construcción, existen aposentos, pasillos y puertas secretas para que las amantes de los presidentes puedan entrar, salir y lo demás discretamente. Ahora todo está en pantalla y, dentro de poco, los protagonistas presidenciales actuarán en películas X. ¿Qué es preferible? ¿La cautela hipócrita de antaño o el exhibicionismo actual? No lo sé y además me da lo mismo; los polvos de Sarkozy o los de Mitterrand, Giscard, Pompidou o De Gaulle no tienen para mí el menor interés. Eso sí, estando chapado a la antigua, prefiero la discreción de Vincent Auriol.

Estos amoríos presidenciales constituyen uno de los temas más tratados por los medios galos estos días. Otro es el del frío y los SDF (sin domicilio fijo). Como después de uno de los veranos más fríos desde hace decenios, tenemos uno de los inviernos más fríos –todo por culpa de Al Gore–, la vieja y pesada polémica se manifiesta de nuevo y se resume en una frase: no hay suficientes hogares para los mendigos, que es el término adecuado aunque ahora no se use. Con la misma hipocresía cobarde que se censura el papel del islam radical en las violencias arrabaleras, se censura el hecho de que muchos mendigos se niegan a ir a esos refugios porque en ellos se les prohíbe fumar, beber alcohol y hasta drogarse. No digo que haya que dejarles morir de frío libremente en las calles, sino que hay que permitirles beber y fumar con moderación.

Otro tema, aún más debatido, gira en torno a la reciente visita de Gadafi, pese a que esté en España y se repita la farsa. Los políticos y periodistas partidarios de Sarkozy nos dicen que desde el punto de vista económico la visita del dictador es positiva, que en la lucha contra el terrorismo es nuestro aliado contra Al Qaeda (¿?) y que en la crisis del Darfur necesitamos su apoyo para instalar una fuerza militar de la UE y de la ONU en la región y pacificar la zona. Lo cual, si lo miramos serenamente, es como si hace ya bastantes años alguien hubiera propuesto pedir la ayuda de Hitler para cerrar Auschwitz. Esta referencia a la Shoa no es baldía, ya que una de las suras de Gaddafi, es la desaparición de Israel. Lo mismo dice Bin Laden. Nos toman por imbéciles y lo malo es que muchas veces lo somos.

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