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Carlos Semprún Maura

La virgen loca y el esposo infernal

La virgen loca y el esposo infernal(Rimbaud)

Las mujeres no tienen apellido. No tienen, en todo caso, apellido femenino, toda su vida y desde hace siglos, cargaron con el apellido del padre, o del marido. Para no molestar a nadie, daré mi propio ejemplo familiar. Yo, como mis hermanas y hermanos, soy Semprún y Maura. Semprún apellido del padre, familia oriunda de Valladolid; Maura, apellido, no de la madre, sino de su padre, don Antonio, oriundo de Mallorca, y así ocurre con todos los apellidos, desde la prehistoria. Esta perogrullada no vendría a cuento si el Gobierno socialista francés, en sus torpes anhelos por dárselas de moderno y acariciar muy levemente los imbéciles pruritos seudo feministas –o sin seudo, pero con feudo—, no estuvieran discutiendo sesudamente en el Parlamento, el derecho, que presentan como libertador, a que las señoras puedan elegir legalmente el “apellido de la madre”, en vez de el del marido, o el padre.

O sea que en Francia, después de cuatro o cinco años de debates parlamentarios, una señora podría tener –¡o audacia, o modernidad!— el derecho a llamarse Maura, y no Semprún. O sea de rechazar el apellido del padre, y escoger el del abuelo. De todas formas entre hombres anda el juego. En ese aspecto hay una diferencia entre Francia y España, porque si en todas partes, anuncios oficiales, prensa, como pasaporte, la esposa de Chirac aparece como Bernardette Chirac, en España, la esposa de José María Aznar, aparece como Ana Botella, apellido de su padre, y si hubiera elegido su segundo apellido, no sería el de su madre, que desconozco, disculpen, sino el de su abuelo materno.

Para que las mujeres tengan realmente apellidos femeninos, tendrían que inventarlos, porque no existen precedentes, como hacen a menudo las artistas, escritoras y estrellas de cine. Silvia Ramírez, entonces, podría cambiar legalmente su apellido por el de Silvia Venus, o Tarragona, o Maravilla, o Desconsuelo, etc, y así podría fundar una dinastía exclusivamente femenina. Pero a eso nadie se atreve. Que quede pues bien claro, que el “apellido de la madre”, jamás ha existido, siempre se trata del apellido del padre, o del abuelo, cuando no del marido.

No siendo señora, no sé si este tema interesa realmente a las mujeres –a la mía y a nuestras amigas, desde luego, no—, pero espero que algunas se percaten del absurdo de esta discusión en el Parlamento francés, en la que para liberar simbólicamente a las mujeres, y de paso ganar algunos votos, los diputados que tantas tareas serias y sin cumplir, tienen por delante, pierden días discutiendo sobre cómo permitir a las señoras elegir entre varios apellidos, todos exclusivamente masculinos, el que mejor expresaría la “liberación de la mujer”. Este ejemplo, por ridículo que sea, es muy sintomático de la mentalidad burocrática, cuartelaria, del socialismo francés.

Presumen de reformistas, anhelan seguir las modas, quieren favorecer a las minorías (pero las mujeres son mayoría), ser audazmentenew look, y no pueden dar un paso, sin rodearlo todo de uniformes, de normas, reglamentos, imposiciones y trabas a la libertad. Ya ocurrió con el famoso PACS, matrimonio de tercera, para homosexuales, un aquelarre jurídico, infinitamente más rígido y represivo que un matrimonio por lo civil. Creen abrir una puerta, se asustan y cierran tres. Para controlar y proteger, no faltaba más. Porque la libertad es peligrosa.

Claro que cuando Rimbaud escribía sobre sus amores con Verlaine (véase el título), sabemos que éste estuvo varias veces en la cárcel, por ser marica. No es un modelo, no. El modelo sería poder elegir su compañero del alma, o compañera, obvio, sin necesidad de notario. Y el apellido, sin referencia al padre, abuelo o marido. Pero esto sería como pedir peras al olmo. Por cierto, y sin que el Gobierno socialista tenga nada que ver, los matrimonios tradicionales y la natalidad han aumentado mucho en Francia. ¿Será posible que algo escape al control del Gobierno?

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