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Carlos Semprún Maura

Las avestruces sollozan

Son dieciséis candidatos a ser Presidentes de la República francesa, dispuestos a sustituir históricamente a de Gaulle, Pompidou, Giscard, Mitterand y Chirac –hasta el propio Chirac. Tiene mucho de farsa. Y uno, siempre tan sensible por los humildes, se pregunta cómo van a pagar sus deudas de campaña los nueve o diez que no lograrán el 5% de los votos, porque si lo logran es el estado quien se encarga de los bocadillos. De esos dieciséis, tres son trotsquistas. La venganza de Don Mendo. Para información de los jubilados de la LCR hispana, precisaré que sólo Arlette Laguillier supera ampliamente los fatídicos 5%, sus frères ennemis, se sitúan entre el 0,5 y el 1% de intención de voto en los sondeos. Pero los tres juntos constituyen más del doble que el heredero del estalinismo, Robert Hue, quien, pese a su pasionaria de bolsillo, M. G. Buffet, la novísima secretaria general, no está seguro de alcanzar ese maldito tope del 5%, por primera vez desde 1945. El primer partido de Francia se ha convertido en el último. No todo está podrido en el reino de Dinamarca.

Lionel Jospin titubea en los sondeos. Me parece lógico. Desde siempre, Chirac ha demostrado más carácter (y se elige a un padre simbólico): apenas presidente rompe con la complicidad de Mitterand hacia Milosevic, para intervenir en Bosnia; fue el primer jefe de Estado en ir a Nueva York después del 11 de Septiembre; fue el primer presidente francés en reconocer oficialmente la culpabilidad de Francia en la deportación de judíos durante la guerra; fue él quien, en una breve intervención por televisión, zanjó el escándalo de las “vacas locas”, etc. También es el primero en haber ido a una sinagoga en Le Havre, y a la gran mezquita de París, para condenar el racismo, y predicar los “principios republicanos” de tolerancia. Bien. Pero con el mismo ímpetu y a veces en contradicción con lo antedicho, fue el único jefe de estado occidental presente en el sepelio del sangriento dictador sirio; como Jospin, y tan mal, defiende la “excepción cultural francesa” y la burocracia estatal en los servicios públicos, etc. Resumiendo, con el mismo ímpetu que hace cosas positivas, cualquier día puede hacer barrabasadas.

Que se me permita durante unos segundos jugar a a ser pitonisa: ganará estas presidenciales quien aparezca como el que mejor va a asegurar la tranquilidad de los ciudadanos, tema central de estas elecciones, debido al aumento de la violencia y de la delincuencia. Quien sea más convincente en propuestas para mejorar el nivel de vida, la disminución de los impuestos y el aumento de los salarios, de las pensiones, etc. También cuenta la reducción del paro, claro, y, aunque mucho menos, el medio ambiente. Pero esto no basta. Si se olvida la ilusión, el sueño dirían algunos, y en Francia, las cosas como son, ese “plus” no es, desgraciadamente lo que podríamos calificar de indispensable revolución liberal, sino una “cierta idea de Francia”, herencia gaullista, que Francia “gane”, y no sólo en fútbol, o en rugby. Resumiendo, Chirac ganará, por ahora, pero con 50.000 votos más, o algo así. La bandera, a media basta.

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