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Carlos Semprún Maura

Le Monde, el culebrón sigue

En Le Monde de ayer, martes 25, pero como es costumbre, fechado el miércoles 26, día de la llegada del libro La cara oculta de “Le Monde” a las librerías, el director de la redacción, Edwy Plenel, un editorial, como siempre no firmado, y otros artículos, salen en defensa de sus señoritos, de su instrumento de trabajo y poder, de sus habichuelas (en este caso más bien caviar) y anuncian que han presentado una querella en los tribunales contra los autores del libro –Pierre Péan y Philippe Cohen–, contra el editor, Claude Durand –los progres, recordarán su colección castroguevarista “Combats” en “Le Seuil”–, y hasta contra el director de L’Express, Denis Teambar, culpable de haber publicado párrafos del libro la semana pasada. ¡Menudo crímen!

No me ha extrañado que ni Le Monde, ni, claro, Joaquín Prieto en El País, citaran siquiera los nombres de Balladur y Chirac, cuando la acusación política más grave del libro es precisamente que, a partir de 1995, su dirección traicionó y se pasó al campo de Balladur. Evitar hablar de Balladur es una manera de evitar hablar de Chirac, cuyos “servicios”, “amigos” y demás “seguros servidores” han intentado vengarse con este libro de Le Monde debido a la larga, tremenda y a veces sucia campaña contra el Presidente, que durante años llevó a cabo el vespertino, y que ha interrumpido ahora, debido a la postura anti Bush y pro Sadam de Chirac, que siempre ha sido la postura de Le Monde, las cosas como son.

Pero si la dirección del diario y sus amigos intentan evitar una discusión de fondo sobre la cuestión política, limitándose a gemir por el “acoso” de infundios y calumnias, los medios audiovisuales –que, por mucho que lo sean, no son tan tontos– se extrañaron de esa supuesta conversión del diario al “balladurismo”, no la habían notado, ni yo. Pierre Péan, coautor del libro, entrevistado la noche del martes por France 3 reafirmó el “balladurismo” del periódico, contra toda realidad, y dio como prueba fehaciente que en 1995 durante la campaña de las presidenciales, tituló que Balladur iba a ganar pero se basaba, erróneamente, en los sondeos. Ese fue el “crímen” de su dirección.

Ahora bien, es cierto que todo el mundo y no sólo Le Monde, creía entonces que después de Mitterand, jubilado y moribundo, Jospin no tenía la talla para figurar decentemente en esas presidenciales. Fue la sorpresa, como en 2002 lo fue Le Pen, tuvo más votos que el preferido de los sondeos, Balladur, y sólo fue vencido por Chirac en la segunda vuelta, pero de manera tan honorable como sorpresiva. De ahí que, para su desgracia, Jospin, su esposa, el PS y, con soberbia y entusiasmo, Le Monde le vieran como Presidente de la República.

Existen corrientes subterráneas en todos los países democráticos que ni los partidos, ni los institutos de sondeo, ni los sociólogos perciben, y que de pronto se expresan, a veces brutalmente, en las elecciones, cuando durante unos instantes cada ciudadano es rey. Volviendo a 1995, no fue únicamente Le Monde quien manifestó que, ya que todo parecía jugarse entre Chirac y Balladur, preferían a Balladur (yo también). No veo la menor “traición”, salvo si eres chiraquiano, lo que a todas luces no era Le Monde hasta estas últimas semanas. Existen en este libro cosas muy desagradables, como cuando, por ejemplo, acusan a Jean-Marie Colombani, Edwin Plenel y Alain Minc de ser “antifranceses” esa xenofobia es repelente.

Como el culebrón no ha terminado, y además tendremos la alegría del proceso, me limitaré, hoy por hoy, a decir que ese libro y ese periódico deberían terminar en los “basureros de la Historia”, empleando su jerga, y Chirac, junto a su amigo Sadam, en alguna isla tipo Santa Elena.

La suite au prochain numéro.

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