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Carlos Semprún Maura

Los barbudos en Roissy

No es absolutamente imprescindible ser un perito en cuestiones de seguridad para imaginar con qué facilidad una maleta llena de braguitas y tejanos puede convertirse en maleta repleta de explosivos con 400 islamistas trabajando en el el aeropuerto.

Conocida de sobra es la obsesión criminal de los terroristas por el transporte aéreo. La OLP en tiempos de Arafat, países terroristas como Libia y otras organizaciones, incluyendo Al-Qaeda, han atacado o utilizado aviones en sus atentados, siendo los más violentos hasta la fecha los tremendos atentados del 11 de septiembre de 2001, en Nueva York y Washington. No tiene por lo tanto nada de extraño que se descubran células islamistas en Roissy-Charles de Gaulle, el aeropuerto internacional más importante de Francia. Lo que, en cambio, más que extrañeza procura escalofríos es como se ha descubierto el peligro. Pues se ha descubierto gracias a Philippe de Villiers, diputado y presidente del diminuto Mouvement pour la France, y a su libro "Las mezquitas de Roissy", que denuncia los hechos.

La primera reacción de las autoridades y de los medios fue ningunear a De Villiers, puesto que al ser de derechas y "soberanista" sólo puede mentir, o al menos exagerar y ver terroristas hasta en la sopa. Se llegó incluso a afirmar, tanto en la prensa como en el Ministerio de Interior, que los documentos policiales que reproduce en su libro eran falsos. Pues ahora resulta que no. Dejando de lado las opiniones políticas de Philippe de Villiers, infinitamente menos "exageradas" de lo que se dice por ahí, los hechos que denuncia son ciertos, como poco a poco lo van reconociendo unos y otros; la televisión ayer, Le Figaro esta mañana y lo que te rondaré morena. El único que, por ahora, no reconoce nada es Bin Laden. Además, si no existieran esas células islamista, ¿por qué el ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, y el de Transportes, Dominique Perben, realizaron una visita de inspección de la seguridad en Roissy? Visita más simbólica que eficaz la verdad sea dicha. Pero, sobre todo, ¿porqué han cesado fulminantemente a Pascal Mailhos, director general de los Renseignements Genéraux (algo así como "Investigaciones generales"), el principal servicio político de policía, encargado hoy de la lucha contra el terrorismo con la DST, si hubiera actuado eficazmente en este caso, como en otros?

La última trinchera quejumbrosa del Ministerio de Interior es lamentar que "al publicar esas informaciones De Villiers entorpece la labor de la policía". Cabe preguntarse si dicha labor era la siesta, entorpecida por el barullo que el libro de Philippe de Villiers felizmente ha provocado. Porque nos enteramos ahora que unos 400 islamistas, "desfavorablemente" fichados por la policía (sin contar a los aún no fichados), trabajan en los servicios técnicos del aeropuerto, ocupándose, entre otras cosas, del equipaje. No es absolutamente imprescindible ser un perito en cuestiones de seguridad para imaginar con qué facilidad una maleta llena de braguitas y tejanos puede convertirse en maleta repleta de explosivos. Por ejemplo.

Las autoridades francesas, aplaudidas en este caso por la prensa, han decidido firme y unánimemente meter sus hocicos en la arena para no ver nada y, sobre todo, no ver al islam radical (en Roissy se trata de salafistas) como a un enemigo instalado en su propia casa. Tampoco quisieron ver en las revueltas violentas del otoño pasado el sutil control de ese mismo islam, prefiriendo glosar sobre la dignidad y la integración, el paro y la humillación, cuando no la bienvenida lucha de clases. Estamos sentados sobre un polvorín, pero siendo "de derechas" decirlo, nadie lo dice.

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