Menú
Carlos Semprún Maura

Los cien días de Sarkozy

Lo que a mí me ha llamado la atención es la miseria intelectual de la oposición, que se ha pasado estos cien días chismorreando estúpidamente contra Sarkozy y su esposa, alcanzado el extremo ridículo de comentar abundantemente ¡sus michelines!

Los "cien días", en la Historia de Francia, hacen referencia al periodo que transcurrió desde la fuga de Napoleón Bonaparte de l’file d’Elbe hasta que su intento de reconquistar el poder terminara con su derrota definitiva. Debería considerarse como una cifra gafe, pues no, los franceses están tan orgullosos de las hazañas de su emperador que se vanaglorian hasta de sus derrotas. Desde hace varios años los 100 primeros días de un nuevo presidente, de un nuevo Gobierno, son considerados aquí tan importantes que deciden del destino tanto del presidente como del Gobierno. Lo cual constituye una tontería absoluta, porque cualquier balance serio y sereno se debería hacer al final de la legislatura, que en Francia son cinco años.

Lo que puede decirse de los dichosos cien días del presidente Sarkozy es que no fueron un paseo, sino una carrera; tanto que, en algunos momentos, me ha dado la impresión de que confundía el tocino con la velocidad. Pero los franceses lo aplauden. Según un sondeo de Sofres, publicado este lunes en Le Figaro, el 71% de los franceses se declaran satisfechos con su presidente. Menos contento se mostró el economista Jacques Marseille, acusado del feo pecado de ser liberal, quien hace pocos días declaró en un plató de televisión que muchas de las reformas iniciadas eran demasiado timoratas.

Pero lo que a mi me ha llamado la atención es la miseria intelectual de la oposición, que se ha pasado estos cien días chismorreando estúpidamente contra Sarkozy y su esposa, alcanzado el extremo ridículo de comentar abundantemente ¡los michelines de Sarkozy! Todo ello con la complicidad descarada de los medios, no faltaba más. Durante la campaña presidencial se le trataba de "facha" y futuro dictador, pero como ya no pueden mantener esas exageraciones extremistas y sectarias se limitan a chismorrear y a soltar infundios sobre sus vacaciones millonarias, sobre la ausencia de Cecilia en la comida con los Bush, etc. Pero también se dedican a preguntarse con qué derecho Cecilia ha negociado, con éxito, la liberación de las enfermeras búlgaras, en Libia. Y el PS exige una comisión parlamentaria para juzgar a la esposa del Presidente. Huelen a alcantarilla.

Ahora que han vuelto de sus vacaciones proletarias y celebran sus reuniones y guateques, todos los socialistas, desde Michel Rocard, hasta Manuel Valls, declaran que el PS "no tiene ideas", pero ninguno ofrece nada que pueda considerarse como tal. El pasado sábado, en un mitin, Ségolène Royal hizo una vez más el ridículo. Abandonando su personaje de Juana de Arco acorazada, quiso presentarse como una Sor Teresa sociata. Sois buenos, el PS es bueno, pero la más buena de todos soy yo.

El que también ha hecho el ridículo es Bernard Kouchner, al declarar al semanario Newsweek que el primer ministro iraquí, al-Maliki, era un desastre y que había que cambiarle. Dos días después, ante las protestas iraquíes, ha tenido que pedir perdón por su "intromisión" en los asuntos internos de Irak.

En Internacional

    0
    comentarios