Menú
Carlos Semprún Maura

Los ministros se van

Apenas Martine Aubry, la ministra de Trabajo, Solidaridad, Seguridad Social, Sanidad, y algunas cositas más, había entreabierto la puerta de su Ministerio para largarse a Lille, ciudad de la que pretende ser alcaldesa, Lionel Jospin le “traiciona”. Da su acuerdo al nuevo plan de subsidio de paro y creación de empleo, propuesto por la patronal y tres sindicatos; Aubry luchó contra este plan con uñas y dientes, por considerar que rompía el monopolio estatal en estas cuestiones. Una bofetada para Martine.

Aubry se va con un balance que sus amigos socialistas presentan como un éxito, pero que es un fracaso. Su obra maestra, las 35 horas semanales, ha creado más problemas que soluciones, como ha reconocido implícitamente Laurent Fabius. Y todo por igual. Le sustituye la enigmática E. Guigou, ministra de Justicia, cuyo balance es aún más claramente negativo: se lo jugó todo con vistas a una ambiciosa reforma sobre la independencia de la Justicia y fracasó. Y el catastrófico sistema carcelario, recientemente denunciado por una comisión parlamentaria, sigue igual. Guigou es sustituida en Justicia por la ministra más desconocida del Gobierno, encargada de las pymes, M. Lebrenchu. Será la formación más adecuada para seguir sin hacer nada, pero en Justicia.

La cuestión fundamental es ¿por qué cuatro ministros del gobierno actual son candidatos a alcaldías, pese al riesgo de peder sus carteras ministeriales, si Jospin cumple su promesa de prohibir el cumul des mandats, o sea prohibir que un ministro sea a la vez alcalde o presidente de región, etc.? Pues Aubry en Lille, E. Guigou en Avignon,, J. C. Gayssot, Ministro de Transportes en Beziers, y Pierre Moscovici, Ministro de Relaciones europeas, en Montelimar, todos arriesgan sus cargos para ser alcaldes. Puede parecer curioso, pero a lo mejor no ven menor futuro a este gobierno, y lo abandonan con antelación, para segurarse algún tenderete local, con lo cual el criterio no sería: mejor alcalde que ministro, sino mejor alcalde que nada. De eso sabe mucho Alain Juppé.

En Opinión