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Carlos Semprún Maura

Los vestidos nuevos de la Torre Eiffel

Me pregunto qué precio tendrá que alcanzar el barril de petróleo para que los franceses limiten el uso de sus coches para ir de vacaciones.

Desde la medianoche del primero de julio, la Torre Eiffel –engalanada de luces y estrellas– festeja la presidencia de la Unión Europea de Nicolas Sarkozy. Todo el mundo en Francia –o sea, los políticos, los medios y los ciclistas– se cree que, efectivamente, será presidente tiovivo –o sea, de turno– y el que más se lo cree es el propio Sarkozy. Pero, señores, el presidente de la UE no tiene el menor poder. Por ejemplo, si se le ocurre una idea –y a Sarkozy no le faltan ideas, no siempre acertadas… pues eso, si se le ocurre algo– debe someterlo a los gobiernos de los 27 países miembros, y la experiencia demuestra que nunca hay unanimidad, ni siquiera mayoría suficiente. El no irlandés, las incertidumbres polacas y las dudas checas en cuanto al Tratado evidencian las dificultades de la empresa de la “construcción europea”. Además, en Francia, al menos, reina una hipocresía fenomenal: muchísima gente está encantada con el no irlandés aunque pocos lo admiten. En todo caso, nadie ha insultado a los irlandeses como Bernard Kouchner cuando declaró que Irlanda había recibido demasiadas limosnas de la UE como para atreverse a votar no. Votaron no y Kouchner hizo el ridículo una vez más.

Reconozcamos a Sarkozy cierto sentido común y político cuando reconoció, hace unos días, que los ciudadanos europeos desconfiaban de la UE; que esta institución burocrática no era en absoluto popular y añadió que la “construcción europea”, hasta ahora, había sido un aquelarre. Cabe preguntarse qué medidas va a proponer para cambiar las cosas. No obstante, se dejó llevar por la demagogia facilona cuando afirmó que la UE debía protegernos de la mundialización cuando, de hecho, la mundialización ya está firmemente afincada en Europa.

¡Pobres militantes socialistas! Van a tener que elegir entre Ségolène Royal o a Bertrand Delanoe como líder de su partido. Ella no dice nada serio y sigue comportándose como una diva. Se reúne su partido y se larga a Quebec sin asistir a la reunión. Demuestra tal desprecio por el PS que cabe preguntarse cómo va a conquistar el liderazgo. Por su parte, Delanoe, en su “contribución”, se muestra profundamente reaccionario, como cuando propone terminar con el programa de energía nuclear, copiando a los alemanes. En estos momentos de crisis petrolera con todas las repercusiones que supone y que están a la vista de todos, una propuesta así es sencillamente criminal pues la energía nuclear es la única respuesta.

Me pregunto qué precio tendrá que alcanzar el barril de petróleo para que los franceses limiten el uso de sus coches para ir de vacaciones. Estos días, los atascos en las rutas de veraneo son igual de impresionantes que los de otros años.

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