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Carlos Semprún Maura

Lúgubres ceremonias

Este domingo 11 de noviembre, como siempre por estas fechas, fue un día frío y lluvioso. Se conmemoraba, como todos los años, el armisticio de la Primera Guerra Mundial, que, en Francia, sigue calificándose de Grande Guerre, el 11 de noviembre de 1918. Jacques Chirac y Lionel Jospin, tiesos, de frío más que de emoción, depositaron la tradicional corona de flores en la tumba del Soldado Desconocido, bajo el Arco de Triunfo. Como no quedan ex combatientes de esa tremenda guerra — tendrían más de cien años, algo aún poco corriente— se les sustituye por ex combatientes de otras guerras. Cuando Giscard d’Estaing era presidente, quiso suprimir esta conmemoración, cada año más escuálida y lúgubre, pero todas las asociaciones de ex combatientes y muchos partidos protestaron: para una vez que Francia había logrado una victoria militar, habiendo perdido en 1781, en 1940, en las guerras de Indochina y Argelia, déjenos, señor Presidente, celebrar nuestra única victoria; y Giscard abandonó su proyecto.

Sus argumentos, sin embargo, no eran totalmente descabellados: ya que Alemania y Francia se han reconciliado y que juntos constituyen el “motor de la construcción europea”, más vale echar un tupido velo sobre la historia de nuestras incesantes guerras que asolaron Europa. Por otra parte, 1945 fue una victoria de los Aliados contra el nazismo, y no contra el pueblo alemán. Es cierto que Francia fue derrotada en pocos días por los nazis en 1940. Pero luego, los franceses se sumaron —bien fuera alistándose en los ejércitos aliados, o bien en la Resistencia interior— a la guerra contra la Alemania nazi, y hábilmente —gracias a de Gaulle en lo esencial— se logró borrar la derrota y aparecer entre los vencedores, hasta en el Consejo de Seguridad de la ONU.

También es cierto que las dos guerras fueron muy diferentes —matanzas y horrores aparte—, porque la Alemania de 1914, del punto de vista de la civilización, o sea de la democracia, no era radicalmente diferente del Reino Unido o de Francia, como lo fue en 1939, bajo el nazismo. Se podrán discutir los matices, preferir tal sistema político social o tal otro, pero la verdad es que tenían muchos rasgos comunes. Además, estos tres países, como otros países beligerantes —Italia, Austria, sin olvidar a los USA— han evolucionado muchísimo, del punto de vista democrático, y en general para bien, en relación a lo que eran por aquellas fechas.

Un ejemplo significativo: en Francia las mujeres sólo pueden votar desde 1945. No olvidemos que las consecuencias políticas de esa Gran guerra fueron desastrosas, porque desempeñó un papel evidente en la revolución bolchevique de 1917, en el triunfo del fascismo en 1921, y del nazismo en 1933; mientras que la II Guerra Mundial liquidó al nazismo, al fascismo y al imperialismo japonés; aunque —porque siempre hay un “aunque”— también parió una catástrofe: la expansión mundial del totalitarismo comunista.

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