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Carlos Semprún Maura

Malraux en España

Estoy hasta la coronilla de leer malas biografías, hay cantidad, pero citaré sólo la estafa política de B.H. Levy sobre Sartre, y ahora la de Olivier Todd sobre Malraux. Una cosa es segurísima: por muy farsantes y “políticamente correctos” que fueran Malraux y Sartre (éste mucho más), escribían infinitamente mejor que sus biógrafos. Un libro también es un estilo. Todd
Quiere presentar al verdadero Malraux, frente a la leyenda que él mismo se creó, a base de exageraciones y mentiras, pero nos inunda con torrentes de detalles hueros que marean y desconciertan. No hay el menor pensamiento crítico, y si lo señalo es porque pretende haberlo, y para que quede claro, se imprime en cursiva.

Aunque incluso ayer, comentando André Malraux, une vie, se siguiera tratando al escritor de “piloto de guerra” durante nuestra guerra civil, todo el mundo sabía que era falso. Malraux estuvo en España, de finales de julio a diciembre de 1936. A principios del 37, ya estaba en los USA, haciendo el payaso, como José Bové. Si logró organizar una escuadrilla, fue gracias a Pierre Cot, ministro de aviación y Jean Moulin, su jefe de gabinete, ambos “hombres de Moscú”. Malraux volvió a España para rodar una película Sierra de Teruel (de hecho realizada por Max Aub). Todd da estas fechas y mil detalles, pero no analiza en absoluto su compromiso histórico con el totalitarismo comunista, en todo ese periodo, ni el papel nefasto de Stalin en España.

Además, es totalmente frívolo: “El 13 de julio el diputado Carlo (¡sic!) Sotelo, dirigente del partido socialista, fue asesinado”. (pag 220). Calvo Sotelo socialista, ¡no está mal! (se disculpó diciendo que era una errata). Pues las “erratas” abundan: como quien no quiere la cosa, nota que G. Orwell, en 1937 estaba ausente de un Congreso de intelectuales antifascistas, en Madrid, cuando Orwell había tenido que huir de España, porque querían asesinarlo los camaradas del NKVD y del PSUC. No ha leído “Homenaje a Cataluña”, está claro. (pag 258). Durante una tensa discusión con Victor Serge, Malraux habría declarado: “No haré nada contra Stalin, acepté los procesos de Moscú, y estoy dispuesto a aceptar el de Barcelona.” Contra los anarquistas, precisa Todd. Evidentemente, se trata del proceso del POUM. (p.242). Los procesos contra los anarquistas fueron de estilo etarra: el tiro en la nuca.

Tampoco encontramos en el libro de Todd, la menor explicación de la conversión al anticomunismo de Malraux, tras su experiencia de agit-prop estalinista (sin carné) en España. Perfectamente se explica, en cambio, que no lo aclarara él mismo, porque para su leyenda era muy positivo seguir apareciendo como “combatiente antifascista”, junto a los comunistas. También se sabía que participó muy tarde en la resistencia antinazi en Francia, sólo unas semanas antes del desembarco aliado de junio 1944, porque consideraba que la guerra se ganaría con tanques y aviones, y no con escopetas.

Las cosas como son, Todd me ha revelado un detalle que ignoraba: en sus Antimemorias, relatando ese periodo y su acción, real, al mando de la Brigada “Alsace-Lorraine”, Malraux cuenta cómo los nazis le llevaron ante el paredón, y se salvó por milagro de ser fusilado. Totalmente falso, dice Todd. Pero, volviendo a su conversión anticomunista, es absolutamente cierto que, a partir de 1944, Malraux no sólo fue un íntimo colaborador del general de Gaulle, sino el portavoz y organizador de su partido, el RPF, con célebres y concurridos mítines, en los que criticaba duramente al PCF. Un traidor, vaya. No es que Todd lo oculte, es que no explica porqué el “agente Stalin” se convirtió en “agente de de Gaulle”.

Pasemos sobre su vida privada y sus amoríos (tampoco hubo tantos), pero no entiendo por qué Todd dice que no fue drogadicto, lo fue y lo sé. Queda la obra, una obra magnifica, según Todd. Desde luego más interesante literariamente que la de su biógrafo, pero también en este aspecto, tengo mis reservas. Terminaré con una frase de su mejor novela, sin lugar a dudas, para mí: La condición humana, cuando Valerie dice a su amante: “Vosotros, los hombres, sois como corchos que se consideran más importantes que las botellas”. Esto no lo inventó Malraux, se lo dijo una mujer, porque aunque parezca increíble, hay mujeres inteligentes.

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