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Carlos Semprún Maura

Moneda falsa

Si yo fuera Presidente del Gobierno de Portugal, no hubiera aceptado la presidencia de la Comisión Europea. Portugal será un “pequeño país” (10 millones de habitantes, creo), tiene una historia inmensa, en cambio el presidente de la Comisión, no es nada, aunque salga muy a menudo en la foto, cene con jefes de estado, y se compre paraguas, porque en Bruselas llueve mucho más que en Lisboa.
 
En este consenso en torno a Durao Barroso, todos, en Francia, se olvidan misteriosamente de que fue él quien invitó en las Azores a Bush, Blair y Aznar, y expresó su acuerdo con ellos, en la crisis iraquí. Pero las cosas como son, cuando Barroso sea Presidente de la Comisión podrá ejercer un poder absoluto sobre el IVA de las cerillas, pongamos, pero cuando surja un problema importante, como el del Plan de Estabilidad y los países que no lo cumplen, (Francia y Alemania, nada menos), que rechazan soberbiamente los consejos, críticas, y hasta amenazas de multas, de los comisarios europeos, y como remate les obligan a cerrar el pico.
 
Para los gobiernos, el Presidente de la Comisión, no pasa de ser un mayordomo con guantes blancos, pero también ocurre que los mayordomos se tomen por los propietarios del palacio. Aunque no tenga mucho que ver, salvo su aspecto “europeo”, a mi me ha llamado la atención en esta polémica sobre la extradición de Cesare Battisti, la radical oposición entre la izquierda francesa y la italiana, sobre este caso. Las autoridades gubernamental de ambos países, en cambio, están de acuerdo. El Presidente Chirac se lo confirmó a Silvio Berlusconi cuando estuvo de visita oficial en París: Si la Justicia francesa da el visto bueno a su extradición, no nos opondremos.
 
Los abogados de Battisti, habiendo presentado un último recurso, estamos en un compás de espera. La batalla de la izquierda francesa contra la extradición del terrorista asesino, Battisti, se basa en dos tipos de argumentos: el de los intelectuales de izquierda, quienes consideran que puesto que fue un “revolucionario”, tenía derecho a matar (véase el Che Guevara, si no), y por lo tanto hay que protegerle, y la del PS y otros, más “legalistas”, quienes afirman que hay que respetar la palabra de Mitterand, que era la palabra de Francia, y había prometido asilo político y tranquilidad absoluta, a los terroristas italianos, a condición de que abandonarán las armas. En Francia, se entiende. Pero resulta que las promesas de Mitterand se situaban fuera de la ley, ni hubo voto en el Parlamento, ni nada semejante, todo se limitó al “capricho del príncipe”. Además la legislación europea sobre extradiciones ha cambiado, para facilitar la extradición entre países de la UE.
 
En Italia, todo cambia, la clase política, los intelectuales de izquierda, todos afirman que Battisti es un asesino, y lo justo es que cumpla su pena de cadena perpetua. Uno de los argumentos más utilizados por los italianos de izquierdas, me resulta peregrino: esos grupos terroristas “comunistas combatientes”, por aquellos años de plomo, no sólo asesinaban a inocentes, sino que estorbaban considerablemente la magnífica labor del PCI, entonces dirigido por Enrico Berlinguer, y que constituía la única y verdadera fuerza de izquierdas. Pues bien, veamos lo que ha dado de sí esa “magnífica labor” del PCI: se suicidaron políticamente, se disolvieron, convirtiéndose en “Demócratas de izquierda”, cuyo último recurso, por lo visto, es de designar a dedo al democristiano de derechas, Romano Prodi, como líder de toda la izquierda, en las próximas elecciones legislativas en Italia. Todo bajo control.

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