Me despertaron los truenos a las seis de la mañana, relámpagos y truenos, que parecían directamente dirigidos contra nosotros y que asustaron a nuestra gatita, que vino a refugiarse en nuestra cama y en nuestros brazos. No fue nada, comparado a los diluvios del sur de Francia, al mediterráneo furibundo y a las tormentas e inundaciones en otras regiones de Europa y del mundo. Pero la conclusión evidente es, y repito, que si las autoridades se habían, dijeron, preparado contra la canícula, no estaban preparadas contra la bronquitis y el reuma. De todas formas, en agosto sigue sin haber médicos en los hospitales.
Si no trueno, sí escándalo mediático y político en Francia, lo constituye la nueva Comisión Europea, formada por José Manuel Barroso (así lo escriben aquí, tragándose su primer apellido). Hemos votado por él en el Consejo de Ministros de la UE, y en el Parlamento Europeo, y nos traiciona. Le Monde, fechado este miércoles 18, titula en primera plana: "Europa: por qué Francia pierde influencia en Bruselas." Y los medios en general van por la misma onda. Barroso, traidor, ha organizado una Comisión ultra liberal, reduciendo considerablemente el papel de Francia. Según Pierre Moscovici, quien fue Ministro de Asuntos Europeos en el gobierno Jospin, esto se debe a que Chirac se mostró demasiado arrogante y autoritario con los países del Este, que entraban en la UE, y ahora estos se vengan. Pero que yo sepa, Barroso es portugués y no polaco. Otros dicen que Barroso ha querido privilegiar en esta nueva Comisión a los representantes de los países –pequeños o grandes– que estuvieron, como él mismo, mucho más de acuerdo con Blair y Aznar que con Chirac en la crisis iraquí. Si así fuera, desde luego, me parecería muy bien.