Menú
Carlos Semprún Maura

Nostalgias de viejo

Desdeñando las bamabalinas, capirotes y resacas de estos días de fiesta, dedicaré estas líneas a la larga entrevista concedida por Edgar Morin a Le Monde el pasado 23 de diciembre. Morin es un conocido intelectual de izquierdas que intenta, desde hace años, conciliar una singularidad personal con la búsqueda de la mayoría. En esta entrevista, como en otros textos suyos recientes, Morin pretende rehabilitar el marxismo, sus "valores" humanistas y universalistas, rechazando tanto el estalinismo como el maoísmo. Curiosa separación de la teoría y de la práctica, muy poco marxista, por cierto, ya que, según el fundador, toda teoría, toda acción política debían someterse científicamente a la praxis. Pues la praxis del marxismo es el Gulag.

Yo no niego que si, dentro de 50 años, vinieran de Marte investigadores científicos, deseosos de estudiar no sólo nuestras curiosas costumbres sexuales, sino también la historia de las ideas y la política, allá por los siglos XIX y XX, podrían interesarse mucho más por Marx y otros pensadores socialistas del siglo XIX que por los "sociatas" de hoy, ¡para no hablar del abismo de incultura del islamismo actual! Pero, sin remontarnos más allá del propio Marx, también deberían tener en cuenta que el marxismo, en su versión comunista, que es la que interesa a Morin, ha matado a más de 100 millones de personas por delitos de opinión, cosa que aún no ha logrado el más fanático de los islamismos, pese a que ésa sea su ambición.

Si se puede estar más o menos de acuerdo con Morin en alguna de sus generalizaciones, preciso es constatar que cuando toca tierra, con ejemplos concretos, desbarra: "Si Mandela no hubiera sido comunista, hubiera sido un nacionalista negro (implícitamente racista). No lo ha sido porque ha guardado una herencia humanista y universalista." ¡Será caradura! Según Morin, el comunismo sería garantía de humanismo y tolerancia. Quedándonos un instante en África, sin citar el humanismo de Stalin o de los jemeres rojos, etc, el comunista Seku Turé fue un dictador sangriento, y los "no comunistas", como Leopolde Sendhar Sengor (q. e. p. d.), o Burguiba, no lo fueron. Además, si Mandela era efectivamente un guerrillero comunista (o terrorista, si se prefiere), cuando lo detuvieron ya no lo era, ni cuando fue presidente y no actuaba como racista, incluso si, a veces, manifestaba una cierta nostalgia boba por la URSS.

En nombre del universalismo de la izquierda francesa, mera invención universitaria de Morin, y algunos más, no condena la "mundialización", sino que aboga por "otra mundialización", dando como positivas las reaccionarias gamberradas de Seattle, Génmova, etc., sin querer, o poder, ver que lo que hay de estructurado en ese caótico movimiento no es más que la voluntad de volver al totalistarismo comunista. La misma frivolidad se nota en su condena del "modelo neoliberal" o su reivindicación del Estado (¿padre, jefe, dios?).

Concluye, empleando la jerga futbolística, afirmando que la revolución francesa ha aplastado a la revolución rusa à plate couture, o sea, 5 a 0, pongamos. Pero ni cita el Terror, ni explica por qué, pese a todo, dicha revolución tuvo aspectos positivos. Pues es muy sencillo, y si el Terror lo echó momentáneamente todo por tierra, se sentó el principio moderno de la democracia representativa. O sea, que fue positiva en la medida en que fue burguesa. Otros países han llegado a resultados semejantes con menos guillotinas, y el destino de la revolución francesa fue caótico, pero, si algo queda, es eso, pero como no es exclusiva de la izquierda, Morin ni lo menciona. No pasa nada, son nostalgias de un viejo profesor que añora un poco de revolución, con su poleo.

En Internacional

    0
    comentarios