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Carlos Semprún Maura

Nuevo episodio del culebrón ELF y otros casos

Alfred Sirven fue la persona clave de los negocios sucios de la petrolera ELF –antaño estatal y, por lo tanto, pirata–, el hombre de los regalos y mordidas millonarias, amigo de ministros y dictadores. Todas las policías del mundo, o por lo menos Interpol, le buscaban; ha sido detenido en los arrabales de Manila, allí donde todo el mundo decía que se escondía. Ha sido tan sencillo que uno se pregunta por qué no ha ocurrido antes. Interpol avisa de que su chófer ha salido de Hong Kong rumbo a Manila. La policía espera al conductor, le detiene y le ofrece un café; éste canta y revela el escondrijo de su patrón. Las autoridades filipinas lo envían a Francia, como regalo.

Este episodio de la caza y captura de Sirven ha terminado. Pero todo empieza ahora para la Justicia, la clase política francesa y su corrupción. Lo más probable es que el juicio en curso contra el ex Ministro Roland Dumas –quién tuvo un ataque de nervios y amenazó a sus jueces–, el ex Presidente de ELF, Loïc Pringent, la ex amante, Christine Deviers-Joncour, y otros “ex” se aplace. Se hará para comenzar de verdad, porque entre la endeblez del sumario y las gigantescas sospechas de corrupción, ausentes de ese mismo sumario, el juicio se estaba conviertiendo en vodevil. Tardará tiempo en reanudarse, ya que en Francia la Justicia avanza con la lentitud de su animal emblemático: el caracol. Y también deja baba.

En cambio, el proceso por tráfico de armas contra Pierre Falcone, Jean-Christophe Mitterrand y otros implicados entra en una nueva fase. Falcone, que no hace mucho fue asesor oficial del Ministerio de Interior en cuestiones de “exportación de seguridad”, continúa encarcelado; no será porque este millonario no puede pagar su fianza. Hábilmente, los abogados habían invocado una ley de 1939, según la cual no se pueden juzgar supuestos delitos de tráfico de armas sin una querella de los Ministerios de Defensa, Interior, Finanzas o Asuntos Extranjeros. Pues ya está, ha sido presentada por el Ministro de Defensa, Alain Richard, que no es de lo peor del actual Gobierno, pese a su conocido odio visceral por los periodistas. En este caso, las cosas pueden avanzar más deprisa.

Mientras, comienza un nuevo capítulo del eterno culebrón del Crédit Lyonnais, pero ésta vez en California, EEUU. Dicho banco –lo mismo, cuando era estatal y por lo tanto pirata– montó allí una serie de estafas en torno a una compañía de seguros, Executive Life, hace diez años. La Justicia californiana parece decidida a ir hasta el final, y la prensa francesa se lamenta: ¡va a costar una vez más, miles de millones a los contribuyentes! En Francia ya tuvieron que pagar el gigantesco desfalco de este banco.

Fue uno de los caprichos del Presidente Mitterrand, mucho más faraónicos que los botines de Dumas. Si uno fuera novelista, vería inmediatamente una posible relación entre, por ejemplo, la compra de la MGM (sólo el nombre y los locales en ruinas, el stock de películas las compró Turner) por el Crédit Lyonnais y la que fue una íntima amiga de Bettino Craxi, la difunta condesa Agusta, cuyo cadáver ha sido descubierto recientemente en circunstancias misteriosas. La compra fue una operación catastrófica llevada a cabo por el estafador Paretti, gran amigo y cómplice del fallecido primer ministro italiano y, por lo tanto, tal vez de la difunta dama. Esas historias negras pueden ser entretenidas en novelas, pero en la realidad apestan. Porque, pese a lo que dicen algunos, la realidad y la ficción no son lo mismo.

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