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Carlos Semprún Maura

Objetos de consumo

No creo que sea sensato calificar a Angela Merkel de “objeto de consumo”, pero todos los políticos y periodistas franceses se han lanzado a las mezquitas a rezar para que el futuro ministro de exteriores europeo mantenga algo del eje franco-alemán

Cuando uno tiene televisión por cable en casa, la tele se parece a un frondoso bosque desconocido, y yo a un viajero que se ha olvidado su brújula. Es así como, la otra noche, cuando aquello de la apertura de negociaciones para la adhesión de Turquía en la UE, me di de bruces con un turco que despotricaba contra Europa. “El islam, y por lo tanto Turquía –decía muy serio– respeta y considera a la mujer mucho más que Europa, porque vosotros despreciáis a la mujer y la habéis convertido en objeto de consumo. Seremos pobres, pero somos solidarios, si una persona se cae nos precipitamos a ayudarla, mientras que en Europa pasáis de largo mirando a otro lado”. Mientras hablaba el turco su mujer permanecía quieta, inmóvil, disfrazada de musulmana, ni un pelo a la vista y, sobre todo, absolutamente callada. Perfecto ejemplo de la superioridad musulmana.
 
No creo que sea sensato calificar a Angela Merkel de “objeto de consumo”, pero todos los políticos y periodistas franceses se han lanzado a las mezquitas a rezar para que el futuro ministro de exteriores europeo mantenga algo del eje franco-alemán. Merkel era contraria a la entrada de Turquía en la UE (¿podrá seguir siéndolo?), mientras que Schröder es tan partidario que se ha precipitado a Ankara para pedir perdón a Alá por haber perdido las elecciones.
 
Hablando de mujeres y de consumo político, me ha resultado extravagante constatar que Segolene Royal, la media naranja de François Hollande, haya dicho en una entrevista que, si se lo piden, no le parecería absurdo presentarse a las presidenciales de 2007 para empujar al alza a los sondeos ya que todas las encuestas la dan como candidata favorita del Partido Socialista. ¿Bastaría con ser mujer y tonta para ser popular? Tal vez no porque José Bové también lo es.
 
Talamoni, el Otegui corso, ha puesto los puntos sobre las íes. Es mentira, como se dice en Francia, que los corsos y los del Sindicato de Trabajadores Corsos exijan que la SCNM, la naviera en quiebra, permanezca en manos del Estado francés. Muy al contrario, exigen que sea al cien por cien corsa. Al recordarle los periodistas que Córcega no es un Estado, el líder nacionalista se embrolló en confusas explicaciones en las que lo único que se sacaba en claro era que, en un futuro próximo, Córcega será un Estado, porque, según Talamoni, nación ya lo es. Y será un Estado a la francesa, con empresas estatales, bandidos estatales y mafia estatal-calabresa. El hecho es que la poderosa CGT, que aún mantiene sus privilegios en el sector marítimo, exige que la SCNM permanezca en manos del Estado francés o al menos que el Estado sea el accionista mayoritario. Para Talamoni los corsos quieren que pase a ser empresa de un Estado corso inexistente y para el Gobierno la empresa debería ser privatizada, pero ya es difícil. ¿Quién va a comprar esa ruina cargada con dinamita?
 
Después de las vacas locas, la gripe aviar, después los huracanes, los terremotos, el cuento de nunca acabar.  

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