Los problemas que Francia encuentra en Costa de Marfil no pueden compararse con los de Estados Unidos en Irak, ni con las guerras de Bosnia o Kosovo. El problema es que Francia no da para más, ni militar ni políticamente. El lenguaje y la propaganda, sin embargo, se parecen bastante; los marfileños, ya sean los partidarios del maquiavélico presidente Gbagbo o sus oponentes del norte denuncian el imperialismo francés y su política colonialista, mientras que los franceses, bueno, sus políticos, hablan de paz y del amparo de la ONU. En esto no hay diferencias políticas, todos a una, unidos en torno a la nacionalista arrogancia francesa exigen que los ciudadanos e intereses galos sean protegidos.
¿Cuáles son exactamente esos intereses? Cuando, hace unos dos años, Francia envió tropas para proteger a sus compatriotas lo hizo sin el visto bueno de la ONU. Al poco logró el salvoconducto emitido por Koffi Anan y hoy, las tropas francesas se escudan detrás de la bandera onusina aunque disparen en nombre y a órdenes de París. Este fin de semana se repitieron las protestas –muy violentas– antifrancesas en Costa de Marfil, especialmente en la capital Abdijan. Los soldados del presidente Gbagbo atacaron al ejército francés ocasionándoles 9 muertos y varios heridos. Nadie sabe cuántos soldados marfileños se han dejado la vida en la refriega. Entretanto, otros jóvenes patriotas y civiles se entregaron a la destrucción de escuelas, centros culturales y comerciales franceses. En algunos casos hasta atacaron domicilios particulares de ciudadanos franceses. El gobierno de París ha pedido que nadie se mueva y ha reforzado la presencia militar en el país africano. El pasado lunes el presidente Gbagbo, siempre tan zorro, lanzó un mensaje para apaciguar los ánimos que, por ahora, parece haber surtido efecto. Veremos lo que ocurre en los próximos días.