Menú

Dos cosas han quedado claras tras las bizantinas discusiones en el Parlamento y en la prensa, sobre la participación militar francesa, o no, en la guerra contra los talibanes. La primera es que de participación, nada, a lo sumo se prevé un saludo desde lejos, y con pañuelo blanco, a los “heroicos combatientes”, sin que se sepa muy bien si se trata de las tropas anglonorteamericanas, o de los talibanes. Y la segunda es que Francia no tiene ejército. Este es un dato curioso, que merece ser subrayado, porque Francia es un país productor y vendedor de armas, uno de los primeros del mundo. Aviones de caza Dassalult, tanques y tanquetas Matra, misiles como el “Exhocet”, helicópteros de diferentes tipos, etc, están construidos en Francia, sí, pero resultan tan caros, que el ejercito francés no puede comprarlos.

No es ninguna broma, aunque lo parezca. Habiendo suprimido la mili, y habiendo manifestado los jóvenes tan poco entusiasmo por el ejército profesional, Francia está, además, sin tropas. Desde luego, los diferentes gobiernos, ante perspectivas de paz eterna, han ido reduciendo los presupuestos de Defensa, y el ejército, sin tropas, tampoco tiene dinero para modernizar su armamento. Algunos políticos, como el europeísta François Bayrou, proponen que varios países europeos se unan para construir esas armas modernas –que existen, pero que son tan caras que sólo pueden comprarlas los pobres millonarios países árabes–, abaratando así el coste para cada presupuesto nacional, y creando una verdadera industria de guerra europea.

Francia también tenía una Marina, y hasta una leyenda de batallas marítimas contra la flota británica, o la española, pero sus buques se están pudriendo, no sabría decir si de asco o de vejez, en los puertos. Para dar un cambio dialéctico a esta situación se decidió la construcción de un gigantesco portaviones, ultra moderno, con propulsión y armamento nuclear, con el prestigioso nombre de “Charles de Gaulle”. Costó lo suyo, billones, y una vez terminado, todo se convirtió en opera bufa. Los expertos de aviación se dieron cuenta de que la pista de aterrizaje era demasiado corta, y por lo tanto peligrosísima, suicida. Vuelta a las obras. Pero en un barco, por grande que sea, no se puede alargar la dichosa pista, sin algunas adaptaciones, no siendo ingeniero naval, no sabría decir cuáles. Se realizan, todo a punto. Zafarrancho publicitario, y el majestuoso buque sale para un recorrido de prueba en alta mar y se detiene. Avería en los motores nucleares más modernos del mundo. Vuelta al arsenal, donde aún está, como un viejo caballo en su cuadra, esperando la muerte, sin haber cubierto la menor carrera.

Este portaaviones me recuerda otro, que el gobierno francés quiso enviar al Golfo, durante la guerra de mismo nombre. También tuvo que volver al puerto de Toulon, pero en este caso se trató de “averías políticas”. El ministro de Defensa de la época, era Jean-Pierre Chevenement, y le hubiera gustado tanto participar en esa guerra, del lado de Irak, contra los USA y sus aliados, que el Presidente Mitterand, le pidió que dimitiera. El ministro se apresuró a anunciar su dimisión antes que nadie, para apuntarse un tanto presentándose como un “político con conciencia”. Tanta conciencia tiene que le ha llevado a ser, toda su vida, el político más prosoviético y carca de Francia. Este país no tendrá ejercito, salvo la Legión extranjera, pero en cambio, tiene la izquierda más reaccionaria de Europa.

En Internacional

    0
    comentarios