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Carlos Semprún Maura

Perjudiciales prejuicios

Después de este brote de sindicalismo nacionalista asistimos, contradictoriamente, a un brote violento, con incendios y actos de piratería contra la privatización, para que la empresa siga siendo estatal y por lo tanto francesa

El gobierno de Villepin presentó hace poco un plan de contratación –de una audacia infinita– a favor del empleo que consistía en autorizar durante dos años a las empresas contratar y despedir libremente, sin necesidad de justificaciones. Pero únicamente a las empresas de menos de veinte asalariados. Esta diminuta reforma rompe con la inspiración franco-falangista que rige el código del trabajo en Francia. Recordaré a las nuevas generaciones que estaba prohibido despedir durante la dictadura franquista, y, en cambio, la cuota sindical era obligatoria, medidas éstas que, a la chita callando, inspiran a los sindicatos social-comunistas europeos.
 
Pero todo cambia, tratándose de empresas más importantes y, ni que decir tiene, si además son extranjeras y norteamericanas para más inri. Así ocurre con la empresa informática made in USA Hewlett-Packard, que ha decidido reducir su plantilla en 6.000 empleados en el mundo entero de aquí a 2008. 1.240 de los cuales en Francia. Nadie se pregunta porqué, y porqué otras multinacionales informáticas hacen lo mismo, la respuesta del Presidente Chirac, del primer ministro, del presidente de la región de los diputados de Isère, y, claro, de los sindicatos, es unánime y franco-falangista: Hewlett-Packard obtiene beneficios, luego no tiene derecho a despedir. En cualquier caso, no tiene derecho en Francia. Existe un tema tabú, totalmente censurado, y es el tema de la robotización de la industria, y más aún en estos sectores de alta tecnología en los que las máquinas modernas “despiden”automáticamente a la mano de obra tradicional. Incluso si Hewlett-Packard obtiene beneficios hoy, para seguir obteniéndolos y aumentándolos mañana, teniendo en cuenta asimismo la dura competitividad con otras empresas del mismo ramo, deben racionalizar y aumentar su productividad y reducir gastos. Pero esto es demasiado complicado para el “patriotismo económico” galo. Puesto que ganan que paguen, que bastante paro tenemos en casa. Están haciendo el ridículo, como cuando exigen a la empresa que devuelva la subvención de millón y pico de euros que ha recibido del “Consejo general” del departamento de L’Isère por instalarse allí. Resulta que Patrick Stark, presidente de Hewlett-Packard Francia, negaba rotundamente en las páginas “salmón” de Le Figaro haber recibido la citada subvención, y en cambio haber pagado 700 millones de euros en impuestos y tasas de toda índole.
 
Otro conflicto, violento éste, es la huelga de los empleados de la compañía de navegación estatal SNCM, para oponerse a la privatización de la empresa (en quiebra), que se dedica a los transportes marítimos entre la metrópoli y Córcega. Uno de los motivos de la crisis financiera es la situación endémica de huelga que padece la compañía. No hace mucho el sindicato corso de la SNCM, se puso en huelga para exigir la “corsificación” total de la empresa, a lo que se opuso, lógicamente, el sindicato CGT de Marsella, puerto de destino de sus buques. Después de este brote de sindicalismo nacionalista asistimos, contradictoriamente, a un brote violento, con incendios y actos de piratería contra la privatización, para que la empresa siga siendo estatal y por lo tanto francesa. Como era de esperar, el gobierno se ha rajado a medias: ahora promete que el estado se mantendrá en el capital de la empresa. Es curioso, y desolador, constatar con que fuerza se rechaza en Francia al capital privado, y sobre todo extranjero, como si el paro francés fuera infinitamente preferible al empleo multinacional.
 
El ministro de Interior, Sarkozy, ordena el arresto de nueve islamistas, sospechosos de preparar un atentado en el metro parisino y anuncia un reforzamiento de las medidas de seguridad, y todos se mofan o le critican airadamente.Pauvre France¿a quién echarán la culpa si otros islamistas logran otros atentados? A Bush ¡no faltaba más!

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