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Carlos Semprún Maura

¿Quién les paga?

No hace falta ser gran admirador de La sociedad del espectáculo de Guy Debord, por otra parte compendio de brillantes naderías, para ver en las enfrentadas reuniones de Davos y Porto Alegre, las dos caras del mismo espectáculo y tomadura de pelo. Davos fue algo así como un club británico en el que banqueros, economistas, algún ministro, discutían, sentados en sendas butacas de cuero, con el tradicional y el más exquisito café-copa y puro, sobre el porvenir económico del mundo. Víctima de su éxito, la reunión informal, pero de copete, de Davos, se ha convertido en el símbolo del capitalismo más inhumano, la cumbre de la explotación criminal de los pobres del mundo entero.

El año pasado los gamberros profesionales se manifestaron violentamente contra esa fortaleza simbólica del capitalismo. Este año organizan una reunión anti Davos en Porto Alegre, Brasil. Pero hay cierta confusión en el reparto de los papeles. En Davos estuvo, entre otros, Laurent Fabius, ministro socialista de Economía, pero también Arafat, considerado como un gran líder revolucionario por muchos de los “portoalegrístas”; y jefe terrorista, convertido, a medias, en jefe de Estado por mí (y Gabriel Albiac ¡no faltaba más!). A Porto Alegre, en cambio, fue Jean-Pierre Chevenement, ex ministro de Interior, y le abuchearon los franceses de la trotsquista LCR, de Le Monde Diplomatique, de la Confederación campesina, etc, debido a su política de mano durísima contra los inmigrantes, los “sin papeles”, etc.

El tema del espectáculo es evidente: poner en escena al proletariado internacional contra el capitalismo mundial. Pero esa tragedia épica, resultó ser un bodevil. Porque aparte de algunos campesinos pobres brasileños, llevados en camión para figurar como actores de complemento ¿quién fue a Porto Alegre, desde Francia, y en avión, sino los buenos burgueses de la gauche divine, de la izquierda caviar, de Le Monde Diplomatique, que pretende ser el portavoz de “la izquierda de la izquierda”, sus amigos de ATAC, etc. O sea ¿quién les paga?

Desde luego, estos burgueses progres se habrán costeado ellos mismos este viaje de turismo revolucionario, pero ellos ¿qué tienen que ver con los verdaderos campesinos pobres, qué saben de esa vida miserable, cuando pretenden hablar en nombre de los que no tienen derecho a la palabra? Y a los demás ¿quién paga? Tomemos el caso de José Bové, el cual no para de viajar: Seattle, Nueva York, Davos, Niza etc, y de salir en la tele, abandonando a su compañera y a su granja, ¿quién le paga para convertirse en apparatchik new look?

Ahora está en Porto Alegre, en donde, una vez más, se ha lucido. Al frente de un millar, según Le Monde, de campesinos sin tierra brasileños, han arrancado un campo de soja transgénico, considerado por él y algunos más, y por motivos comerciales, como cultivo del diablo, cuando todo el mundo sabe, que los transgénicos ni dan cáncer, ni Sida, sólo, en ciertos casos, empobrecen el saber, Ante este acto totalmente ilegal –pero mediático—, las autoridades brasileñas dieron orden de expulsión inmediata. Y el pobre José Bové, junto al ministro Verde, Guy Hascoët (esta visto que el Gobierno francés ha repartido con esmero sus ministros entre las dos cumbres) han protestado oficialmente desde la sede de la delegación francesa, el Hotel Plaza de Porto Alegre (no iban a residir en cabañas, como cualquier piojoso jornalero), contra las agresiones inauditas a ese nuevo derecho democrático que se han sacado de la manga: la libertad de destruir la propiedad ajena.

No es una cuestión baldía: ¿quién les paga los aviones, los hoteles, las multas, en el caso de Bové, etc.? No, no es una cuestión baldía, y hablando de otro aspecto del mismo tema: ¿quién paga a Greenpeace? ¿La OPEP o Arabia Saudí?

En Porto Alegre se lanzaron improperios anticapitalistas, discursos hueros, demagógicos. Todo es capitalismo, a partir del momento en que se invierte, se produce, se vende, hay intercambios internacionales, etc. Pero resulta que hay diferentes capitalismos, y hasta un capitalismo popular.

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