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Carlos Semprún Maura

Resacas socialistas

“¡Hemos ganado!”, grita mi vecina, cruzada en el vestíbulo, y agarrándome por las solapas, esa manía suya tan desagradable. SÍ, digo, bueno, ha ganado el PS, y yo como extranjero no voto y además me parece...” “¡No! ¡No!”, me sacude como si fuera un cerezo, hemos ganado el “torneo de las Seis Naciones”. Me estaba hablando –a gritos– de rugby. Da la casualidad de que yo, que no soy un hincha de los deportes (no como Javier Pradera, que ha sustituido sus videos pornográficos, por videos de fútbol), había visto el partido, y le dije a mi vecina, dando tres pasos atrás, por si las moscas, que como le habían enviado al hospital a Wilkinson, la derrota de Inglaterra –sigo hablando de rugby– demuestra que el campeón mundial fue él, y no su equipo. Pero mi vecina, dando saltitos como si tuviera ganas de hacer pis, pasa de su victoria en rugby, a su victoria electoral, sin aparentes problemas, y grita –otra vez–: “Estoy encantada, porque odio a Raffarin”.
 
Lo que no logré decir a mi histérica vecina, es que me parece muy grave, para Francia, la extraordinaria frivolidad de su electorado, como si consideraran las elecciones, como juegos electrónicos. Recordemos algunos datos recientes: 1993, y bajo el reino de Mitterand, Vitoria de la derecha, 1995, confirmación de esa victoria con la elección de Chirac a Presidente, 1997, victoria de la izquierda, y Jospin primer ministro, 2002, con el susto Le Pen, histórica victoria (82%) de Chirac en las presidenciales, confirmada en las legislativas, con la absoluta derrota de los socialistas, y dos años después el PS triunfa por aplastante mayoría, en todas las regiones francesas, salvo Alsacia, que es alemana. Ya lo he dicho, y lo repito: con estos estrepitosos vaivenes, lo único seguro es que el inmovilismo triunfa, que Francia resulta ser irreformable, y la Francia que cae, se desploma. Jean de Belot en su editorial de Le Figaro de este lunes 29, tiene toda la razón cuando escribe que la única solución para el gobierno es seguir reformando, pero con verdaderas reformas, no a medias tintas y a media luz, como hasta ahora, verdaderas reformas que se impongan y logren convencer.
 
Tiene razón en teoría, pero me parece demasiado tarde, quedan sólo tres años hasta 2007, fecha de las próximas presidenciales y legislativas, y como la clase política gala piensa mucho más a su permanencia en el poder, que en el destino de Francia, y puesto que los electores odian las reformas, no porque consideren que todo va bien, no, en absoluto, sino porque temen que cualquier cambio sólo conduciría a peor, el nuevo gobierno, inevitable, y la nueva política, constituirán en proclamar triunfalmente un nuevo y muy moderno inmovilismo. Pero los socialistas, sin programa, que han heredado esta victoria del rechazo a Raffarin, y que se limitan a repetir que lo que hicieron con Jospin fue magnífico, y que sólo se trata de repetir lo mismo, pueden encontrarse con el mismo violento rechazo, en 2007, como en 2002. Francia necesitaría a alguien como Margaret Thatcher, y nada semejante se vislumbra en el más lejano horizonte. Se me dirá que la “dama de hierro” no duró mucho en el gobierno, y que su propio partido la echó, para sustituirla por el insulso Major. Es cierto, pero sus reformas permanecen.

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