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Carlos Semprún Maura

Ritos y gritos

Me gustaba 2002 porque era capicúa, 2003 es más banal, como es banal pasar del uno al otro, ocurre todos los años, diría Perogrullo. Cuando eres niño, un año más te alegra porque tienes prisa por llegar a los 18, pongamos, para salir de verdad con chicas, conducir coches, pilotar aviones, ir a la guerra, todas esas cosas con las que sueñan los niños, mientras que pasados los setenta, a veces incluso los sesenta, cada año nuevo es un año menos y no te quedan tantos. Pero soportamos esta Nochevieja, sus ritos y sus gritos, hasta en el piso de arriba. No me molesta que se alborote esta noche, me molesta la música “tecno” que ponen ahora. Nosotros bailábamos rumbas, congas y sambas, como jazz y el primer rock, y la decadencia actual es evidente. Pero bueno, todo fue ritual, los tragos, dirían los argentinos, los gritos, decimos todos, una fiesta pagana, como siempre 400.000 personas aullando a medianoche en los Campos-Elíseos, la “avenida más bella del mundo”, proclaman los franceses; yo, que he visto otras, no estoy de acuerdo, pero ¿qué más da? A los franceses también les gusta afirmar que tienen el sistema de Sanidad y Seguridad Social “mejor del mundo”, y resulta que ahora está por los suelos, y el año comienza con nuevas huelgas de médicos. No es que los médicos tengan siempre razón, pero sin ellos ¿qué pasa? Todo ritual y previsto, por lo tanto, hasta el discurso por televisión del presidente de la República.

Un mensaje muy convenido: somos buenos, pero si fuéramos mejores las cosas serían más positivas. Lo más urgente, dijo, era restablecer la autoridad del estado, ahora se trata de llevar a cabo las reformas, de las pensiones, de la descentralización, de la burocracia estatal, de la educación, etc. Varios comentarios señalan que implícitamente se declaró una vez más opuesto a una “guerra preventiva” contra Irak. Yo no oí eso, entendí que se reservaba el derecho de no participar en una guerra si no servía los intereses franceses.

El punto negro en este cielo gris es el descubrimiento de un “arsenal” en el maletero del coche de un empleado del servicio de equipajes del aeropuerto de Roissy. Ese “arsenal”: explosivos, armas y propaganda islamista antisemita no lo descubrió la policía, sino un transeúnte en un parking del aeropuerto quien vio a Bensseghir, argelino con nacionalidad francesa, manejar sus armas con el maletero abierto y le denunció a la policía. Al principio la policía pareció perpleja, el sospechoso no estaba fichado en ninguna de las redes islamistas conocidas (habrá miles como él), y negándolo todo declaraba que las armas y explosivos los habían puesto en su maletero sus suegros, porque le consideraban culpable del misterioso incendio que mató a su hija, la esposa de Bensseghir. Como si ambas cosas fueran incompatibles, matar a su mujer y prepar un atentado. Pero, tal vez, la policía al ver propaganda antisemita, pensó que se trataba de un militante de alguna “ong” de izquierdas, y que por lo tanto había que ir con pies de plomo, para que no diga, no diga la gente... Veremos lo que sale de los interrogatorios.

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