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Carlos Semprún Maura

"Sarko" y el loro

En la reciente emisión política de la cadena de televisión estatal France 2, “100 minutos para convencer” Nicolas Sarkosy (apodado “Sarko”), Ministro de Interior, estuvo muy bien. Es lo que dice la gente, al menos; habló claro, fue convincente, no se irritó con sus interlocutores y tuvo un gran éxito de audiencia. Según las normas de esta emisión, estuvo enfrentado a cuatro invitados: Salah Amokrane, de la asociación “Motivado(a)s”, un grupo de ultraizquierda de Tolosa, con algún concejal, Jean-Marie Le Pen, el nacionalista corso Talamoni, y la ex ministra de Jospin, Elisabeth Guigou. Panel de lo más variopinto, está visto, aunque todos de la oposición. Además de la defensa de su política de seguridad, que tiene algún fallo –como recientemente la detención y decisión de expulsión de un nutrido grupo de zíngaros rumanos, que los tribunales anularon, porque los métodos empleados por la policía no eran los que exige la ley–, o su lucha, perdida de ante mano, contra las putas (no, las mafias de proxenetas, dice el ministro, sin convencerme); la prensa ha subrayado dos temas en esta discusiones, ambos sobre todo ante Le Pen, a quien puso KO: las leyes francesas para la integración de los extranjeros y la organización representativa de los musulmanes de Francia.

Sobre el tema de la integración de los extranjeros, puso, con sencillez y convencimiento, su caso personal como ejemplo. Nacido en Francia, de madre francesa –cuyo padre no lo era– y de padre húngaro huido del comunismo en su país tras la Segunda Guerra Mundial, si la ley francesa se hubiera basado en “la sangre”, y no en “el suelo”, no hubiera podido ser él francés. “Reconozca que hubiera sido una lástima”, le dijo a Le Pen.

Las relaciones entre estado y religiones, son siempre muy delicadas, y en el caso del Islam, más, por una razón tan sencilla como tremenda: el terrorismo islámico. No se trata de prohibir ninguna religión, pero sí de luchar contra el terrorismo, que en la actualidad no surge precisamente del budismo zen. No sé si el acuerdo del ministro con las tres tendencias supuestamente más importantes del Islam en Francia, para crear un órgano representativo y dialogante, dará buenos resultados. La vía es estrecha, entre tolerancia y vigilancia, pero muchos aplauden, porque de eso se hablaba desde hace años, y “Sarko” lo ha logrado.

El Consejo de París tiene un loro atragantado, no es un loro cualquiera, sino una “obra de arte”, de un artista belga, y cuesta millones de euros. No se trata de una broma, Christophe Girard (Verde) responsable cultural de la Alcaldín de París, que tanto despilfarra en cutres manifestaciones seudoculturales, cuando, cómo todos los inviernos, desde Mitterand, se vuelven a utilizar los recursos caritativos privados para luchar contra el frío y el hambre de los eternos nuevos pobres, quiere imponer su adquisición y su pésimo gusto. Yo ví la “obra” por televisión: se trata de un loro vivo, encerrado en una jaula, rodeado de horribles plantas artificiales, fabricadas por un tal Broodthaers. Un Picio total. Un poco menos de demagogia hortera y un poco más de solidaridad humana, no le vendría mal a la mayoría socialista de París. Pero estoy pidiendo peras al olmo.

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