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Carlos Semprún Maura

Ser o no ser

No sé porqué Martine Aubry ha escrito, y Le Monde publicado, un necio billet (suelto) en su edición del 3 de Agosto, salvo para seguir la moda del "periodismo de veraneo", o sea, vacuo. Con el título cursi de "No ser más que yo, no ser más que para mí", nos resume su domingo ejemplar: se levanta pronto, telefonea mucho, lee los periódicos (el domingo sólo salen los regionales), se baña deprisa (se nota), sale de compras al mercado, le gustan los mercados, compra un libro a su hija, rastrea el rastro, almuerza con amigos en un restaurante italiano, va a una galería de pintura (por lo general, las galerías de pintura están cerradas los domingos, pero hay que dar un toque cultural al domingo de la alcaldesa), vuelve a su casa, prepara la cena, son doce los invitados, es mucha faena y ya está, pasó el domingo.

He notado dos cosas, una que no me creo y otra que no me extraña. No me creo que la alcaldesa de Lille, numero 2 del PS (por ahora, su ambición es ser el numero UNO de Francia y por lo tanto de Europa, y por lo tanto del mundo), no se haga ayudar por una chacha, una asistenta o una amiga, para esa cena con doce invitados; en cambio, no me extraña que no aparezca por ningún sitio en ese paisaje dominical, el menor compañero (o compañera) del alma. La ex ministra de Trabajo, Solidaridad, Empleo, Sanidad, Seguridad Social y cien cosas más, apodada "Elena Ceaucescu" por sus propios funcionarios, está sola. No es de extrañar con esa filosofía de "ser sólo yo, para mí". No es éste el objetivo del suelto, claro; lo que pretenden, la autora y el diario, es dar de la ambiciosa una imagen de mujer voluntariosa, buena menagére, enérgica, que tal como preside cenas podría presidir gobiernos e imperios, pero el subconsciente de ese pitbullhembra, es transparente.

No entiendo cómo puede estar tan satisfecha de sí misma la ex ministra. Aparte de haber concedido la Seguridad Social a los más pobres, que ni siquiera podían pagar las cuotas (3 millones y medio), acto caritativo sin contenido social, pero algo es algo, su gestión ministerial linda con la catástrofe. Siendo su objetivo principal la lucha contra el paro, comenzó por falsificar las estadísticas. Luego vinieron tres años de bonanza económica y el paro disminuyó, pero apunta la recesión, e inmediatamente vuelve a aumentar. La ley autoritaria y uniforme de las 35 horas, ha planteado más problemas que soluciones, y además cuesta cara, y pretenden que la Seguridad Social la subvencione, pese a las protestas de la patronal y de los sindicatos.

En el sector de la Sanidad, todo va mal, el ministerio ha declarado la guerra a la profesión médica, incluyendo a las proletarias enfermeras. Aubry cerró varios hospitales, a cambio creó, pero en París, donde ya los había, un superhospital Pompidou, que es otra catástrofe, epidemia de legionelosis, con tres muertos y docenas de enfermos, misterio de tuberías podridas en un edificio recién construido y demás desastres. Claro, Aubry se ha ido, pero su "obra" queda. Si el balance del gobierno Jospin no es únicamente negativo, esto se debe –y se oculta a rajatabla– a las medidas semiliberales de los ministros de Economía, Strauss Kahn y Fabius, quienes prosiguieron las privatizaciones iniciadas por Balladur, por ejemplo. En Francia, una política realmente liberal sólo tendría ventajas, salvo que se enfrenta con el sectarismo socialburócrata. Y, lo que le faltaba al gobierno Jospin, los atentados terroristas se han reanudado en Córcega. Por ahora, el Gran Oriente, no funciona.

(NB: Me temo que Jospin lee Libertad Digital, o, más bien, Manuel Valls, porque el pasado miércoles, respondiendo a mi carta, explicó por televisión que había pedido un crédito bancario para comprarse su casa de Ars-en-Ré, y no utilizó fondos secretos).

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