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Carlos Semprún Maura

Siempre verano

Estaba previsto, lo escribí en mi última crónica cosmopolita. El presunto asesino de Marie Trintignat, Bertrand Contt, es de izquierdas. ¡Muy de izquierdas! Si el semanario, asimismo de gauche, Marianne, quiere convencernos de su talento (un rockero francés con talento, sería inaudito), una “opinión del autor dramático Armand Gatti, también firmada por Hélène Chatelain y Claude Faber, en Le Monde del sábado 16, proclama: “Bertrand Cantat sigue siendo de los nuestros”, y afirma que el cantante no se merece “el papel que quieren atribuirle”. Pero, ¡no estamos en un teatro! Con talento o no, de izquierdas o sí, el cantante ¿ha matado o no ha matado a golpes a Marie Trintignat? that is the question. A mi me indigna constatar cómo todos quieren sacar tajada ideológica de un drama privado, tremendo, ocurrido una noche en la habitación de un hotel de Vilna, Lituania. Esto no es Shakespeare; a lo sumo, Simenon.

Totalmente cómica, en cambio, fue la escena, furtivamente filmada y que no se ha vuelto a ver –que yo sepa– de José Bové saludando muy cordialmente, con palmaditas y todo, a Nicolas Sarkosy, hasta que éste, viendo las cámaras, cortó las efusiones cariñosas del líder “carismático” de la izquierda –que acaba de prometer un mes de septiembre “no caliente, sino ardiente”– y se largó. La escena ocurrió en Tolosa, en donde se celebraba una reunión en la cumbre, cuyos protagonistas eran, de un lado, una nueva figura jurídica, la del preso en libertad, y del otro nada menos que el Ministro de Interior. El tema era el siguiente: encontrar un lugar en donde pudiera celebrarse un “concierto” de ruido tecno; o raveparty, pretexto para bailar, para ligar y sobre todo para drogarse impunemente, porque José Bové, el reo virtual, se negaba a que tuviera lugar en la meseta del Larzac en donde acababa de celebrar su mitin-misa antimundialista, y el ministro se rajó, buscó y encontró otro sitio. Que un ministro de Interior se desplace personalmente para solucionar tan magnos problemas no se entiende, si no se sabe que José Bové es algo así como el “agente secreto” de Chirac.

Que la oposición de izquierdas siga acusando al gobierno Raffarin de ser el culpable de la canícula sólo demuestra a qué abismos de imbecilidad ha llegado dicha oposición. Es, sin embargo, cierto que los hospitales franceses, “los mejores del mundo”, están en decadencia absoluta, y cuando hace más calor o más frío de lo considerado como normal, sus lacras y fallos permanentes, “pasan por televisión” y se convierten en escándalo. Ya que nuestras sociedades sólo reaccionan cuando hay crisis –por ejemplo, en París sólo se instala un semáforo en encrucijadas peligrosas cuando ha habido accidentes mortales–, si esta alerta canicular sirve para que se tomen medidas para frenar dicha decadencia, que viene de lejos, el susto no habrá sido baldío. Y en cuanto a la propia canícula, y tomando impúdicamente mi propio cuerpo como termómetro, diré que sólo cuatro noches dormí bajo una sábana, sin manta, ¡cuatro noches! Incluso admitiendo que resisto el calor mejor que otros ancianos, ¿cómo es posible que hayan muerto debido al calor 5.000 personas en París y arrabales? Cabe preguntarse cómo sobreviven los ancianos de El Cairo, pongamos, en donde hace más calor durante seis u ocho meses al año, y no unos días.

Hay que desconfiar de las informaciones objetivas y de la política espectáculo. Siempre verano, sí pero menos. Ha llovido.


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