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Carlos Semprún Maura

Sin solución en el frente

La prensa, por descuido, dejó pasar la noticia de que dos SDF, o "sin techo", habían muerto de sobredosis de heroína a orillas del canal San Martín. ¿Saben lo que cuesta el gramo de heroína?

Cuando aparecieron las primeras tiendas de campaña en la Avenida del General Leclerc, no lejos de casa, pensé que habían desmontado las instaladas por "los hijos del Quijote" a orillas del canal San Martín y que se habían diseminado por todo París. Pero no era eso, porque aunque se anunciara el desalojo no se llevó a cabo. Ahora se anuncia de nuevo, para antes del fin de este mes de marzo, pero no se hará y las tiendas seguirán a orillas del canal, para desgracia, se dice, de los vecinos.

Las que han montado cerca de mi casa son tiendas de campaña curiosas, pequeñas, de un verde militar y con extrañas estampillas como "chechua" o MSF (Médicos Sin Fronteras). Sus inquilinos son generalmente dos, con un perro. No son mendigos, o al menos nunca me han pedido limosna ni les he visto hacerlo; no tiene nada que ver con el Monsieur la Souris de Simenon.

Mendigos de verdad los había y los sigue habiendo a lo largo de la avenida, más incluso que en otros barrios de París, pero son más clásicos: no sólo piden limosna sino que por la noche desaparecen y no duermen en la calle. ¿Dónde dormirán? Pero los nuevos, que llegaron hace un mes, parecen soldados de un ejército irregular que esperan no se sabe muy bien si la orden de atacar o el alto al fuego, y esperan, malhumorados, hoscos y, aparentemente, cada vez más hartos.

Las hermanitas de la caridad progre dirán que esperan sencillamente un domicilio decente, pero éste es otro de los timos que dominan en Francia. La prensa, por descuido, dejó pasar la noticia de que dos SDF, o "sin techo", habían muerto de sobredosis de heroína a orillas del canal San Martín. ¿Saben lo que cuesta el gramo de heroína?

La publicidad en torno a "la revuelta de las tiendas de campaña" lograda por "los hijos del Quijote" ha movido el Parlamento a votar una ley tan demagógica como baldía, según la cual toda persona o familia que se considere mal alojada puede demandar al Estado para obtener un alojamiento decente y barato, aunque no gratis. Con o sin ley, la única solución, por cierto, ya iniciada, es aumentar considerablemente la construcción de alojamientos "sociales", o sea, de alquiler moderado, y a ser posible no totalmente inhumanos, como suele ser el caso en Francia y no sólo en ella.

Pero esto no concierne los soldados sin armas de este fantasmal ejército, quienes no pueden –y algunos no quieren– pagar el menor alquiler. Quedan los asilos, que ya existen, pero tal vez no sean suficientes. Los hay municipales, del Ejército de la Salvación, de "los traperos de Emaús", etc., pero lo malo es que prohíben el alcohol, el tabaco y las drogas "duras", y la mayoría de estos extraños soldados sin techo ni trabajo han elegido la calle, con o sin tiendas "chechuas", para no trabajar y, en cambio, beber, fumar y drogarse. Si se piensa bien no es totalmente absurdo. Pedir o "exigir" que dichos asilos sean más tolerantes con los "vicios" de estos "nuevos pobres", como se les calificó, sería como pedirle peras al olmo. Lo dicho, sin solución en el frente.

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