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Carlos Semprún Maura

Sondeos y Plus

Los institutos de sondeo están que trinan con estos dieciséis candidatos a las presidenciales y las intenciones de voto que suben y bajan, como si de montañas rusas se tratara. Resulta un lío padre, y además imposible predecir lo que ocurrirá en la segunda vuelta, cuántos electores de Chevenement, Le Pen, Laguillier, etc, votarán en la segunda por Jospin o por Chirac, y cuántos se abstendrán, probablemente bastantes. Por ahora, los sondeos clasifican en este orden a los candidatos (pero como el último se publicará el viernes por la noche, todo puede cambiar): Chirac, Jospin, Le Pen, Laguillier, Chevenement, Mamère, Bayrou y los demás.

El come back de Le Pen es impresionante: se le daba por muerto políticamente y hele de posible “tercer hombre”. Es verdad que ha descafeinado un poquitín su discurso xenófobo, pero sigue igual de desconcertante. El otro día, en uno de esos clips televisados de la campaña oficial, se pasó todo el tiempo, hablando (bien) de su esposa, que preside una asociación pro-irakí, e intentó emocionarnos con los sufrimientos de ese país, su millón de muertos que se saca de su apolillada manga de prestidigitador. No creo que ese tema movilice realmente a su electorado, pese a que Irak, Siria y Cuba constituyen las tres dictaduras preferidas de los franceses.

Por cierto, si fuera jefe de algo (pero ¿de qué?), pondría en paro forzoso a todos los publicitarios responsables de esos clips oficiales. Son todos pésimos, peor aún, ridículos. Cuidado que la publicidad ha evolucionado, pues esta campaña oficial se parece a lo peor de la publicidad de hace cuarenta años. Será más difícil vender un candidato que un coche, pero ¿para qué les pagan unas fortunas a esos expertos en comunicación? Son un desastre.

La historia, inconclusa, de Canal Plus se parece a una historia de piratas. Yo siempre pensé que una cadena de peaje era un absurdo, con las nuevas tecnologías y la inevitable multiplicación de las cadenas. Pero al principio, y hasta la crisis actual, se había mantenido sobre tres pies: la exclusiva del fútbol, la pornografía y el cine. Coproductora de bastantes películas, la cadena tenía derecho a pasar los estrenos antes que las otras cadenas, que deben esperar un año. Pero al haber repartido la autoridad de tutela, la CSA, los derechos de fútbol, y otros deportes, entre diferentes cadenas; al haberse extendido asismismo la pornografía, por sí sola y por doquier, y dado que el cine francés no entusiasma a casi nadie, Canal Plus se puso a perder dinero. Fue un regalo de Mitterand a su amigo millonario André Rousselet, pero éste fue expulsado por Pierre Lescure, el cual acaba de serlo por Jean-Marie Messier, patrón de Vivendi, que había comprado Canal Plus y que, por cierto, pierde billones, en todas sus actividades.

Todo esto se parece a una reyerta navajera entre vampiros capitalistas, y lo es, pero además es política. El estado controla el cine, es algo macarra en cuanto a la pornografía y, sobre todo, Canal Plus es de izquierdas, con, por ejemplo, su tan popular como soez emisión de los guiñoles, tan furiosamente anti-Chirac. Y, la guinda de este pastel podrido, el aventurero financiero Messier había declarado que la “excepción cultural francesa” había caducado. Probablemente las únicas palabras sensatas que haya pronunciado en toda su vida, pero eso, la socialburocracia francesa no puede admitirlo. Claro, todos nosotros recordamos el nacimiento por clonaje político mafioso de la filial española de Canal Plus, y de sus diversas estafas en torno al fútbol, y recordamos al juez Liaño, que tuvo que pagar el pato. El culebrón no ha terminado.

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