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Carlos Semprún Maura

Tigres de papel

Aunque sea implícito, aprovechó la ocasión (o la agarró por los pelos), para manifestar tajantemente mi solidaridad, admiración y amistad con Federico Jiménez Losantos, tan vilmente atacado una vez más

Los principales diarios franceses como Le Figaro o Le Monde, y muchas radios y televisiones despilfarran sus euros manteniendo corresponsales en España, porque éstos, en su inmensa mayoría, están inmersos en una peculiar melancolía, que a veces es pereza, otras morriña, el caso es que no hace nada ninguno. Se limitan a leer El País y a traducir algún párrafo. Los españoles que leen la prensa gala, incluso los que simpatizan con el zapaterismo, estadio supremo de la degeneración del socialismo, se preguntan como es posible que los franceses sean tan ignorantes de lo que ocurre en el país vecino.
 
No son ignorantes, puesto que leen El País, son minusválidos. En el caso de Le Monde, esto se explica burocráticamente: sus corresponsales curran (media hora al día) en las oficinas de El País, y el sargento Abstener ejerce de gran inquisidor. Pero sobre todo porque Le Monde, se ha vendido al “gran capital”: los tanques Matra, y “el tiburón independiente de la mañana”. Por ello, sí que han dado la noticia del nacimiento de Leonor pero nada dicen sobre nuestro problema crucial, lo del maldito estatuto catalán. Y cuando, tras dudarlo muchísimo, se deciden a decir algo, caen en lo de siempre condenando al ultrareaccionario PP, y exaltando a las “fuerzas de progreso”, inspiradas en los editoriales del portavoz del Comité Central, y, a veces, en el ilustre “pensamiento Carod”.
 
Aunque sea implícito, aprovechó la ocasión (o la agarró por los pelos), para manifestar tajantemente mi solidaridad, admiración y amistad con Federico Jiménez Losantos, tan vilmente atacado una vez más.
 
Puesto que hay que currar, pese a mi correspondiente desgana, señalaré que todos los titulares de la prensa gala se dedican a comentar la nueva oleada de violencias en los arrabales de París. En realidad, la polémica se concentra en la condena o el apoyo al ministro de Interior, Sarkozy. Pero los sucesos son muy diferentes: en Clichy-sous-Bois, dos adolescentes, para escapar a la policía, –y el colmo es que no se dice porqué– se escondieron en un transformador de EDF donde se electrocutaron mortalmente. Un desgraciado accidente, pero los jóvenes se amotinaron como si la policía les hubiera asesinado. Al día siguiente, en Epinay, tres gamberros mataron a porrazos a un pobre señor que estaba tomando fotos, para robarle la cámara. Dos sucesos que nada tienen de político, pero que la mala fe y la imbecilidad generalizada han transformado en crisis política.
 
Desde luego, la tan cacareada integración ha sido un rotundo fracaso, y si en esos suburbios donde los habitantes son mayoritariamente africanos, el paro, una urbanización de aquelarre y otras miserias sociales y humanas, nutrían la pequeña delincuencia, y el tráfico de drogas, las autoridades francesas, al ver la impotencia de la policía, creyeron muy hábil entregar las llaves de esos barrios a los imanes musulmanes, con el discutible criterio de que era preferible el rigorismo islámico a la delincuencia. Y hoy resulta que el impresionante mar de fondo del islamismo integrista ha llegado a esos suburbios, y a la droga y a la delincuencia se añade, sin eliminar, ni disminuir los anteriores problemas, un islamismo radical que se sirve de cualquier pretexto para amotinar esos suburbios y eso desde hace años como paso iniciático hacia futuros atentados terroristas.Qui sème le vent recolte la tempête”. (quien viento siembra, tempestad cosecha). ¿Demasiado pesimista? Veremos.

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