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Carlos Semprún Maura

Trapos sucios

Tenemos en el menú el posible escándalo del director general del FMI, Strauss-Kahn, que habría ofrecido un parachute doré a una querida para que saliera confortablemente del FMI y aterrizara aún más confortablemente en Londres.

Por casualidad, ayer domingo vi en el informativo de las 20:00 de la cadena estatal (y sociata), France 2, algo que me sacó de quicio: un reportaje en el que los verdugos y carceleros vietcong de John McCain le acusaban de haber mentido, ya que se le había tratado magníficamente y con una bondad infinita. Hasta la cocinera de ese capo salió a defender sus menús, como si de un restaurante cinco estrellas se tratara. Además, esos testigos de la bondad infinita del comunismo vietnamita parecían infinitamente más jóvenes que el veterano McCain, y me dieron la impresión de ser malos actores de complemento. Una estafa hedionda.

Siguiendo con el asunto de Francia-Estados Unidos, también tenemos en el menú el posible escándalo del director general del FMI, Strauss-Kahn, que habría ofrecido un parachute doré, se dice en Francia, a una querida para que saliera confortablemente del FMI y aterrizara aún más confortablemente en Londres. Favoritismo y abuso de poder son los cargos que se están investigando. Anne Sinclair, la esposa de Strauss-Kahn afirmó ayer en su blog que esa "aventura de una noche" ya está archivada y que su matrimonio es más sólido que nunca. Si se trata de una noche, será la noche más cara de la historia de las Instituciones Internacionales. Lo que curiosamente nadie recuerda es que Strauss-Kahn ya estuvo ante los tribunales debido a turbios negocios con la Mutua estudiantil; al igual que su lugarteniente Cambadelis, quien también había sido condenado (levemente) tras haber dejado de investigar a un negrero que hacía fortuna con hogares-tugurios para inmigrantes a cambio de sendas mordidas. O como Jacques Attali, puesto de patitas en la calle de la Berd, o Bred, por desfalcos y que ahora ha vuelto ante los tribunales debido a su relación con el tráfico de armas con Ángola; o Henri Emmanuelli, que juega a ser el Saint-Just de las Finanzas y que también fue condenado, en torno al caso Urba.

Pero no se vayan a creer que los otros, los de enfrente, están limpios de culpa: los trapos sucios de la Alcaldía de París, las subvenciones ocultas para obtener permisos de construir en la Costa Azul o París y el interminable culebrón Clearstream, que parece confirmar el intento de "asesinato político" de un líder, juzgado demasiado ambicioso: Nicolas Sarkozy. Moralmente, sin embargo, todos estos casos son muy diferentes al de Strauss-Kahn: los desfalcos para su partido o para sus bolsillos (Attali, Cambadelis, etc), incluso el intento de Sarkogate con métodos de basse police –que diría Balzac–, no pueden compararse con las aventuras, digamos, sentimentales, de los poderosos. "La vida privada es como la dinamita, más vale no menearla", escribí yo en una de mis obritas radiofónicas.

Los sindicatos de educación desfilaron ayer por las calles de París, exigiendo más dinero, más profesores, más vacaciones. ¿Cuándo se darán cuenta de que si la enseñanza está por los suelos y si más de la mitad de los bachilleres son semianalfabetos, los principales responsables son ellos, los profesores? Nunca. Son de izquierdas.

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