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Carlos Semprún Maura

Zapatos bomba

La prensa francesa parece muy molesta por el “caso Reid”, e intenta disimularlo. Junto a los aburridos programas navideños de siempre, y a reportajes sobre el frío siberiano, todas las teles se volcaron para demostrar la maravillosa eficacia de las medidas de seguridad en los aeropuertos y en las calles. Nos están tomando el pelo, porque serán eficaces contra los rateros, pero en este caso metieron la pata hasta los tuétanos. Alertados por miembros de American Airlines, la policía “del aire y de las fronteras”, en traducción literal, negó el embarque a Richard Reid. Éste se pasa la noche en un hotel y repite al día siguiente y embarca. Era igual de “raro” que la víspera y siempre sin equipaje, pero logra embarcar debido a un garrafal fallo policial. No sé si se ha felicitado suficientemente a la azafata de American Airlines por su sangre fría y coraje, a sus colegas, y a algunos pasajeros, quienes inmovilizaron y detuvieron al terrorista, evitando así una catástrofe.

La broma que más circula por los cafés y comercios parisinos estos días, tratándose de este invierno particularmente frío, es: “Pues menos mal que el planeta se calienta, ¡qué hubiera sido si no!”. Sesudos científicos nos dirán que en eso de los cambios climáticos, no se mide de un invierno a tros, sino por decenios y hasta siglos. Muy bien, pues entonces ¿por qué dicen lo contrario tantos jefes de Estado y nos dan gato por liebre con el capirote de Kyoto? Bien sencillo: porque constituye una buena coartada para aumentar los impuestos, con aquello de la “ecotasa”. Si es verdad que el aquelarre del tráfico en las ciudades es uno de los más graves motivos de polución, la solución sería sencilla: instalar por doquier autobuses eléctricos —no tranvías, tan incómodos— y favorecer mediante reducción de impuestos la generalización de motores limpios, que consuman menos gasolina, por ejemplo. Ustedes pensarán que es efectivamente sencillo, como acabo de afirmar, y lo sería, pero en teoría; en la práctica, países terroristas necesitan vender el máximo de petróleo para comprar armas y comercios de lujo en París, o Londres; y países antiterroristas necesitan vender el máximo de petróleo para aumentar los pingües beneficios estatales, producidos por las tasas e impuestos petroleros. Ésta es la triste realidad, el resto es “ecología política”, o sea, estafa.

París está cada vez más sucio, ¿será porque los barrenderos se dicen que con un alcalde socialista y “amigo de hacer favores” no vale la pena barrer? No sé. También es cierto que, debido a las tan eficaces medidas de seguridad del plan Vigiepirate, muchos de los contenedores para botellas y muchos cubos metálicos de basura en las calles han desaparecido, probablemente para que no se pueda esconder bombas en ellos. Pero ocurre que los parisinos depositan las botellas vacías en la acera, en el mismo lugar en el que había contenedores antes del 11-S, y otras porquerías en donde había cubos de basura. Con eso, y sin barrenderos, París se empieza a parecer al Nueva York de antes de Giuliani. Por cierto, mi hijo y su mujer llegaron de Nueva York esta mañana. Me cuenta Rubén que en el aeropuerto le hicieron descalzarse a él, pero no a ella. Curioso. ¿Se han fijado en el simbolismo que significa descalzarse antes de subir al avión, como si fueran mezquitas? Aparte de eso, Nueva York muy bien, gracias. ¿Y ustedes?

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