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Carmelo Jordá

¡A votar!

Si no votan, a los malos políticos lo que les entra no es el miedo sino la risa.

Si no votan, a los malos políticos lo que les entra no es el miedo sino la risa.

A estas alturas, visto el escaso interés que la campaña electoral está generando –ahí tienen la patética audiencia del debate esta semana– y visto el cariño que últimamente se le tiene a la cosa política, la principal duda de las elecciones europeas es el porcentaje de abstención que habrá.

Además, tampoco es que habitualmente la gente se mate por votar en estas elecciones, que para más inri son en mayo o junio, con el buen tiempo y la tentación del campo y la playita. Sin ir más lejos, en las anteriores sólo votó el 45% del censo, que no es que sea una cifra espectacular.

Así que la porra que más se hace en este momento es si se votará aún menos que hace cinco años o si la abstención incluso superará un 60% que sería histórico.

Además, también se especula mucho sobre qué consecuencias tendría eso en los resultados. En este sentido, lo más llamativo para mí son los partidarios de la abstención que elucubran sobre el golpe que supondría para el sistema que ésta alcanzase un determinado nivel. Pues señores, ya les adelanto yo la respuesta: al sistema se la refanfinfla que ustedes se abstengan.

El sistema, tal y como es y tal y como está, puede aguantar una abstención del 60% o del 70% y seguir tan pancho, al fin y al cabo la muestra estadística seguirá siendo válida para que el mandato de las urnas siga reflejando, más o menos, el sentir de la mayoría. Y en cualquier caso, y esto es más importante, seguirá sirviendo para repartir poder, sueldos y prebendas como hasta ahora.

Porque el que se abstiene no dice nada, no reta a nadie, no se expresa. En el saco de la abstención –inmenso en esta ocasión, al parecer– están los que se han ido a la playa, los que pasan, los que no llegan a saber ni quién se presenta, los que están de resaca, los enfermos, los que no creen en la democracia y piensan que con Franco esto no pasaba y, sí, un pequeño e incuantificable porcentaje de abstencionistas muy concienciados que quieren expresar su rechazo a estos partidos.

Abstenerse es legítimo, sí, pero perfectamente inútil. Si usted quiere decirle algo a esta bazofia de partidos que nos gobiernan, vote, vote en blanco incluso, o vote a alguna de las muchas opciones que han aparecido precisamente en esta convocatoria.

Y si ninguna les convence del todo, hagan como yo: voten a la contra, elijan lo que más pueda joder a aquello que más detesten. Piénselo y lleguen a la conclusión que más les guste, pero voten, porque si no votan a los malos políticos lo que les entra no es el miedo sino la risa.

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