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Carmelo Jordá

Lo que de verdad nos dicen las "piedras del hambre" (y nadie está explicando)

Las sequías, incluso las más duras, no se deben a un nuevo apocalipsis gretothumbergsco, sino que son fenómenos que se repiten a lo largo de la historia.

Las sequías, incluso las más duras, no se deben a un nuevo apocalipsis gretothumbergsco, sino que son fenómenos que se repiten a lo largo de la historia.
Piedra del hambre falsa colocada por Greenpeace en el río Elba. | Bern Gross/Wikipedia

Hace unos pocos días se publicaba un precioso hilo de Twitter del usuario @Batallitas –una cuenta especializada en historia y arte– dedicado a las "piedras del hambre" y rápidamente lograba un éxito de esos que incluso en la red social se dan en muy pocas ocasiones: cuando escribo estas líneas ya supera los 20.000 retuits y los 50.000 "me gusta".

El interés ha sido tal que, desde entonces, muchos medios de comunicación se han hecho eco del asunto publicando noticias –algunas sin citar la fuente original, todo hay que decirlo– en la que se comentaba este curioso fenómeno relacionado con la sequía y, sobre todo, dándole una explicación completamente diferente de la que en realidad hay que extraer del tema.

¿Qué son las piedras del hambre?

Pero antes de eso, expliquemos el asunto: el hilo original de @Batallitas explica que estas llamadas "piedras del hambre" son rocas sumergidas en el cauce de ríos europeos que sólo salen a la superficie cuando el nivel de las aguas es inusualmente bajo y en las que se han hecho inscripciones recordando esas fechas. Son algo similar a las señales, a las que estamos más acostumbrados, que recuerdan las grandes riadas con marcas indicando el nivel máximo que alcanzó el agua fuera de su cauce habitual en un año concreto.

Muchas de estas piedras llevan frases de un tono evidentemente dramático, como una que ha dado lugar a varios de los titulares que se han visto en los medios: "Si me ves llora". Unas palabras que tienen más sentido del que nos puede parecer: hace no tanto una sequía importante implicaba cosechas arruinadas y, en varias zonas de Europa, serios problemas para la navegación fluvial y el comercio. Obviamente, la suma de ambas circunstancias significaba hambre y por eso esas rocas reciben ese curioso nombre de "piedras del hambre", en alemán hungersteine.

Afortunadamente aunque este verano están viéndose algunas de estas piedras en ríos de Europa su significado es muy distinto en la actualidad: ese progreso que tanto denuestan algunos permite que una mala cosecha o casi cualquier otra circunstancia climática negativa no supongan hambre y muerte para la mayor parte de la población.

600 años de "piedras del hambre"

El reportaje publicado alrededor de la cuestión por Maldita.es es uno de los más detallados que hemos encontrado. En él habla de las inscripciones en varias ciudades de Alemania como Worms, en la que las hay fechadas en 1857, 1947, 1959 y 1963; o Dresde, donde se remontan a 1873 y las hay también de 1881, 1892, 1893, 1904 y hasta 2003 y 2018.

Una de las más antiguas de las conocidas –y la que tiene la inscripción que invita al llanto– es la de la ciudad checa de Děčín, que nos da un registro abundantísimo y antiquísimo de las sequías en el Elba: desde nada más y nada menos que 1417 hay numerosas inscripciones que recuerdan las de 1616, 1707, 1746, 1790, 1800, 1811, 1830, 1842, 1868, 1892 y 1893. Paradójicamente, la construcción de una presa ha bajado ahora el nivel del río y la piedra está fuera del agua más de cien días al año. ¡Cuánto llanto!

Por supuesto, todo esto cobra actualidad e interés porque, como les decía, en este seco 2022 algunas de estas piedras han vuelto a emerger y, sobre todo, porque desde un tiempo a esta parte cualquier noticia relacionada con el clima es aprovechada inmediatamente para la propaganda del cambio climático, sea la que sea: si hace más calor es por el cambio climático, si hace más frío también es por el cambio climático, como lo es al mismo tiempo si llueve y si hay sequía. En esta ocasión hay que reconocer que estamos ante un verano especialmente cálido y un año seco, pero más allá de que trasladar lo que ocurre un año a una tendencia generalizada –¡y a futuro!– es una barbaridad científica del tamaño de la Catedral de Sevilla, resulta que hasta la Nasa ha tenido que reconocer que es muy probable que el calor se deba a un fenómeno concreto: la explosión del volcán de Toga el pasado febrero.

Pero, como decimos, eso no importa a los que se han empeñado en la propaganda de la calentología y, copados los medios por la izquierda, tampoco llega a la mayoría de los ciudadanos, así que la aparición de una sequía comparable a los registros históricos inmediatamente es aprovechada como prueba irrefutable de la inminencia del apocalipsis climático.

Lo cierto, y cualquiera que dedique un minuto de pensamiento racional al asunto será consciente de ello, es que las "piedras del hambre" nos están dando el mensaje opuesto: que las sequías, incluso las más duras, no se deben a un nuevo apocalipsis gretothumbergsco, sino que son fenómenos cíclicos que se repiten a lo largo de la historia. Ahí tenemos la roca de Děčín asomando por encima de la superficie del Elba nada más y nada menos que desde hace más de 600 años y con no poca frecuencia en las centurias posteriores, por ejemplo cuatro veces en el siglo XVIII y cinco en el XIX, fechas en las que creo que ni el más osado calentólogo se atreverá a hablar del cambio climático por el CO2.

Aun así, como la verdad es algo de un valor muy relativo para la izquierda ecologeta, el propio hilo de @batallitas nos cuenta como Greenpeace –sin duda una de las organizaciones más deshonestas y mentirosas del mundo– colocó una de estas piedras en el lecho del Elba con la inscripción "si me ves, es que la crisis climática ha llegado". Yo creo que lo que hay que ir colocando son señales que digan algo así como "hasta aquí llegó el rostro de algunos". El problema es que a este paso pronto nos quedamos sin piedras.

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